
Gregorio Garfinkel (Arg),
Karine Henriquet (Fr),
Alberto Jones (Arg),
Shirley Viviana Matthews (Arg),
Hugo A. Vallejo (Arg)
(Miembros de BabelPsi, Argentina.)(1)
(1) Miembros de la Comunidad de Práctica interdisciplinaria, internacional y multilingüe BabelPsi. Consulte el CV de los miembros en https://www.babelpsi.com/miembros-de-la-comunidad/ www.BabelPsi.com – info@babelpsi.com – BabelPsi@gmail.com – gregorio.garfinkel30@gmail.com; karine.henriquet@gmail.com; JonesAlberto@gmail.com; shvmatthews@yahoo.com.ar; Dr.vallejohugo@gmail.com
Palabras clave: Vínculo; Principio económico; Control omnipotente; Transferencia; Mirada; Voz; Sujeto; Estilo del analista; Interdependencias recíprocas; Psicoanálisis multifamiliar
Introducción
Gregorio Garfinkel (Argentina)
Algunas reflexiones metapsicológicas a partir de un caso clínico de Sandro Fonzi “Un paciente difícil”:
Evocando el espíritu dialoguista de Sandro puedo señalar coincidencias y alguna diferencia. Entre las primeras, figura nuestra admiración hacia Jorge García Badaracco por su creación de los denominados Grupos de Psicoanálisis Multifamiliar y cómo Badaracco creo que constituyen en microescala laboratorios sociales. Y en cuanto a las segundas inspiradas por el excelente trabajo del Dr. Fonzi, pensé que sería interesante exponer algunas ideas personales de larga data de las que di cuenta en algunas publicaciones o presentaciones a partir de una polémica que también tiene su duración en la comunidad psicoanalítica.
Muy sintéticamente, particularmente por el avance psicoanalítico en terapias vinculares con diferentes orientaciones teóricas, estas discusiones reproducen lo que ocurre desde hace unos años en el seno del grupo postkleiniano. Dedican jornadas acerca de si lo denominado por Klein en inglés ¨proyección identificatoria¨ (en castellano identificación proyectiva) es una fantasía o si además produce efectos vinculares reales. A diferencia de Klein que inicialmente la considero ¨el prototipo de una relación agresiva de objeto¨ para ir modificando paulatinamente su comprensión, Winnicott y Bion la consideraron fundamental para el vínculo inicial con la madre y posteriormente para el logro de la creatividad (Winnicott) y del pensamiento (Bion).
Pero la clínica, particularmente la vincular, mostró que aún entre los que se oponen a Klein y sus teorías, reconocen su utilidad y la denominan de otra manera, pero tanto los poskleinianos como aquellos se plantean si se trata de un mecanismo o de una teoría compleja. Entre estos últimos me incluyo, aunque no lo voy a fundamentar ahora. Lo que si haré será dar un ejemplo clínico de una multifamiliar que me permite introducir un concepto metapsicológico y clínico que denominé financiación, luego de investigarlo en lo individual, familiar y social, y que se evidencia en el trabajo de Sandro Fonzi.
En una sesión multifamiliar en que un participante visiblemente calmo, con un discurso descalificante exageradamente racional que destacaba como injustificada la angustia de un familiar presente, pareció útil preguntarle a este último, aunque dirigida a ambos si no creía que estaba financiando la angustia de su calmo familiar. Me sorprendió la inmediata comprensión en ellos de un fenómeno tan complejo. Y esa sorpresa se repitió en diferentes circunstancias y contextos similares cuando volví a utilizar la expresión financiación en diálogo con colegas que captaban el contenido de una aparente metáfora.
Coincidente con mis investigaciones recordé también una metáfora sobre financiación que Freud utilizó para explicar en términos coloquiales el aspecto metapsicológico económico del sueño, el síntoma y la transferencia: En “Conferencias de introducción al psicoanálisis” fechadas en 1915-16 dirigidas a un público neófito dice:
“Para la relación de los restos diurnos con el deseo inconsciente, me he servido de una comparación que no puedo sino repetir aquí. Para cualquier empresa se requiere de un capitalista que sufrague los gastos, y de un empresario que tenga la idea y sepa llevarla a cabo. En la formación del sueño, el papel del capitalista lo desempeña siempre y sólo el deseo inconsciente: él presta la energía psíquica para la formación del sueño; el empresario es el resto diurno que decide acerca del uso de ese gasto. Ahora bien, el propio capitalista puede tener la idea y la pericia, o el empresario mismo poseer capital. Esto simplifica la situación práctica, pero dificulta su comprensión teórica. En la economía política, aunque tal sea el caso, siempre se descompone a esa persona única en sus dos aspectos de capitalista y de empresario, y así se restablece la situación básica de la cual partió nuestra comparación. En la formación del sueño se presentan estas mismas variaciones; dejo a cargo de ustedes el proseguirlas”.
Considero mi propuesta alineada con la propuesta de continuidad, pero solo si se tiene presente el cambio fundamental que se da cuando Freud publica “Más allá del Principio del placer” en el 20, “El yo y el ello” en el 23 y en el 24 “El principio económico del masoquismo”, donde se produjo un drástico cambio en la motivación de la compulsión repetitiva o sea su teoría de la enfermedad psíquica, que como sintéticamente lo definió W. Baranger: “de un hombre que no sabe qué hacer con su amor infantil reprimido sino con su destructividad reprimida”. (Recordar la metáfora de Freud del escorpión y la rana en ¨ El principio económico…¨).
Einstein, por invitación de la Sociedad de las Naciones que le pidió elegir un interlocutor significativo, lo hizo con Freud. El intercambio epistolar entre Einstein y Freud, publicada en el tomo 22 de sus obras completas, ejemplifica mucho de lo expuesto aquí. Freud, con un importante matiz pesimista dijo que el ser humano solo reconoce la fuerza y la fuerza de una ley sería la única adecuada. El fracaso de la Liga de las Naciones primero y la UN después de las dos guerras, fueron un intento en el mismo sentido que Freud, pero confirmando su pesimismo parecería estar en vísperas de una tercera. Agregaría que la drogadicción es uno de los más lucrativos porque el comercio de las drogas desplazó a un segundo lugar el de las armas.
En 1992 APdeBA dedicó un número de su revista Psicoanálisis titulada “Lo ético, lo social y lo económico” con una interesante introducción de Osvaldo Guariglia, ex Decano de la Facultad de Filosofía, especialista internacional en ética, y con quién y María Isabel Siquier publicamos un trabajo que aconsejo leer a quienes deseen compartir mi interés en “financiación” y que podría enunciar siguiendo el diálogo Einstein-Freud ¿qué interés aportan las guerras a través de una financiación humana? Llamativamente en economía, financiación tiene una sola, clara y escueta definición semejante a la del Diccionario de la Real Academia Española: “aportar dinero para la creación o perfeccionamiento de una obra o empresa”. Recordemos los conceptos y terminología creada por Pichon-Rivière, quién concibió la enfermedad mental como familiar, y su dinámica lo hizo en términos de depositantes y depositarios.
Badaracco, no solo corroboró lo descubierto por Pichon sino la denominó interdependencia familiar reciproca patogénica destacando la universalidad potencial de la normogénica que permite comprender que por más enfermo que parezca una persona, ubicado en un vínculo adecuado logrará un redesarrollo que se evidencia por lo que él denominó recursos yoicos genuinos. A mi criterio, lo genuino constituye lo singular irreductible de la otredad expresado mediante un concepto metapsicológico económico, recursos.
Tal como Fonzi lo demuestra en las dos sesiones de su paciente “difícil” en relación a falso self y las evidencias del desarrollo de recursos yoicos genuinos, corroboran la dinámica del contexto familiar que a mi criterio ejemplifica el rol que jugó la identificación proyectiva familiar enfermante (que por producir efectos se la denomina realista) pero permite comprender además la dinámica identificatoria terapéutica. Ambas generan y modifican lo que en términos Badaraquianos de mundo interno llamamos presencias o los otros en nosotros donde la identificación proyectiva desde el punto de vista metapsicológico económico es para mí su mecanismo prínceps. A esa dinámica vincular (recordar la cita de Freud) la defino como financiación, pero ahora no puedo fundamentar como desearía.
Con respecto al rol de la identificación proyectiva solo puedo invitar a estudiar sus efectos en la clínica siguiendo las vicisitudes de sus cuatro componentes y no solo como se hace habitualmente en base a los dos que su denominación sugiere. Ellos son escotomización (un tipo de escisión), proyección, identificación y a mi criterio el más importante para comprender la simbiosis patológica y la endogamia como Fonzi lo demuestra: el control omnipotente que silenciosa e inconscientemente son utilizados para lo que definimos coloquialmente como no dejar entrar a un tercero.
Karine Henriquet (Francia)
Transferencia dijisteis transferencia…
“La transferencia se establece espontáneamente en todas las relaciones humanas (…);
actúa con tanta más fuerza cuanto menos se sospecha de su existencia”
(Freud, 1904).
La transferencia, el cuerpo del analista, los objetos inanimados de del consultorio, el encuadre, son elementos centrales para el psicoanalista y para el paciente. La transferencia y la contratransferencia varían según los encuentros intersubjetivos. Las concepciones y el manejo de la transferencia difieren y esto es lo que nos llamó la atención al leer este rico artículo de Fonzi.
Las sesiones siguen un ritmo, un proceso compuesto por escansiones, intervenciones que no siempre son cuestionadas y que sin embargo constituyen el marco del análisis. A la regla fundamental se suma la imprevisibilidad, un compartir de afectos y un ballet para dos, en el que el psicoanalista representa para el analizando un objeto investido como un doble, un doble “transicional” de sí. (Jung, 2015). Este es un punto interesante a cuestionar aquí en la clínica de Héctor donde el problema de identidad, la relación consigo mismo, la alteridad, están particularmente presentes a lo largo del encuentro psicoanalítico.
Los pacientes presentan diferentes trayectorias de vida derivadas de experiencias infantiles más o menos desastrosas donde la calidad de los primeros vínculos está marcada principalmente por la patología narcisista parental y por distintas interdependencias patogénicas, vivencias traumáticas. De proceso primario a secundario, de elaboraciones imposibles, de discursos más o menos efectivos pasando a veces por una transferencia densa y masiva, el analista es así puesto a prueba en aquello que reproduce de la relación con los primeros objetos. A partir de su experiencia, Fonzi nos ofrece un escrito de calidad que nos invita a cuestionar cómo el analista acoge, recibe, presta su aparato de pensamiento, actúa como receptáculo de elementos en bruto no simbolizados, simplemente se ajusta a pacientes que presentan funcionamiento de tipo operatorio, duelos imposibles o psicosis blanca.
Cuando reina lo arcaico, el manejo de la transferencia es particular. ¿Existe entonces una técnica psicoanalítica específica? ¿Qué escucha tendríamos frente a discursos impregnados de lo paradojal, donde la figurabilidad es más o menos difícil para un paciente? ¿Habría que ser más maleables, tal como lo retomó Roussillon con el concepto de médium suficientemente maleable? (Roussillon, 2009) Sería cuestión de estar accesibles y atentos a las huellas, presencias, que el paciente nos hace aflorar desde el primer contacto telefónico, como aquí con Héctor, donde la madre llama para su hijo joven adulto. Esto nos da desde los primeros intercambios una indicación importante acerca de aquello en lo cual el sujeto está implicado en sus primeros vínculos. Durante estos primeros momentos descritos por Fonzi recogemos elementos esenciales en los que nos basaremos para el resto del tratamiento. Indican la colorimetría previa a la transferencia y la de la transferencia por venir.
Algunos de estos encuentros intersubjetivos requieren el establecimiento de una función materna y pasan por la intuición del terapeuta en el contorno de una relación transferencial-contratransferencial “quimérica” (de M’Uzan, 1978). Lo que faltó en las primeras experiencias infantiles, retorna entonces en las intuiciones contratransferenciales del analista. Apoyarse en estas, a veces en los sueños, en las representaciones que pertenecen al analista, activados por el efecto de la contaminación psíquica, se vuelve entonces en una herramienta complementaria.
Lejos de cualquier secundarización con un paciente como Héctor, cada elemento incluidos los del encuadre, los objetos inanimados adquieren otro tono. Todo es objeto y superficie de proyección y transferencia facilitando, entre otras cosas, la regresión y revisita de una primera relación ajustada, presente y contenedora pero también humanizadora.
En esos encuentros, como los llama Fonzi, donde el contacto con el paciente está impregnado de desconfianza y aprensión, la mirada del analista, la mirada del otro, su presencia hasta su encuadre interno y su postura física, revisten entonces, algo esencial cuando se combina con el habla. Así, retomando García Badaracco (2003): “El efecto de la mirada en la mirada del otro es fundamental”. El poder de la palabra sumado a la mirada es poderoso, puede ser deshumanizante tanto como subjetivante si la afinación, el gesto, la voz, están también en total adecuación a la intención y la atención suficientemente buena del analista.
A lo largo de nuestra existencia, el encuentro con los demás puede resultarnos familiar, teñido de “reciprocidad” y alteridad, pero también daría lugar a sentimientos de “Lo siniestro”. (Freud, 1919). En este intersticio del encuentro, la mirada implica una diferenciación con los demás y con nuestra individualidad. Estos encuentros pueden atacar, sumergir en un gran desasosiego. Tienen también la facultad de transfigurar al que somos.
Con contorno del psicoanálisis individual
Mediante el tratamiento psicoanalítico, se trataría para el paciente de acceder a una presencia plena y entera, con un ser, una figura parental en la transferencia que no lo desposeerá de sí mismo. Así, mediante el acto de análisis y del encuentro intersubjetivo, acompañar al individuo a consolidar su Yo y ayudarlo a re apropiarse del mundo frente a la alienación originaria, sería una forma de responder ahí donde hubo carencias. Esto llevaría a convertirlo en el soporte de la existencia singular y colectiva del sujeto que viene a consultarnos. Se trataría de ofrecer al paciente acceso a un espacio de transicionalidad donde el “Yo”, el “Nosotros” y el Mí de éste pudieran teñirse de “reciprocidad mediada” mantenidos por la calidad de la relación y la intención. Esto sostendría al paciente para salir por sí mismo de la posición de objeto para volverse sujeto, sujeto hablante que nombra y que es reconocido en la mirada del otro como diferente. El dispositivo de los grupos multifamiliares ofrecería potencialidades complementarias para estos pacientes como Héctor, atravesados por trayectorias de vida nihilizantes.
Bibliografía
Freud, S. (1904). Cinco lecciones de psicoanálisis (Y. Le Lay, Trad.). París: Payot. (Reimpresión de 1965).
Freud, S. (1919). Lo siniestro. En Ensayos de psicoanálisis aplicado. París: Gallimard. (Ed. coll. Ideas, 1976).
García Badaracco, J. E. (2003). Psychanalyse multifamiliale. Les autres en nous et la découverte du vrai soi-même. París: In Press.
Jung, J. (2015). El sujeto y su doble: La construcción transicional de la identidad. París: Dunod.
M’Uzan, M. de. (1978). La boca del inconsciente. En La idea de la curación (Nueva Revista de Psicoanálisis, Nº 17, págs. 89–97).
Roussillon, R. (2009). El objeto “médium maleable” y la reflexividad. En R. Roussillon, Lo transicional, lo sexual y la reflexividad (pp. 37–50). París: Dunod.
Alberto Jones (Argentina)
Estilos
Soñé una escena donde me desempeñaba como psicoanalista verbalizando una interpretación o una construcción.
Además de las asociaciones que me surgieron recordé como resto diurno que había estado releyendo las dos sesiones (trascriptas textualmente) que Fonzi de manera generosa y valiente nos compartía de su intercambio con Héctor.
Las releí nuevamente y en un hipotético sueño despierto me puse a jugar a cómo hubieran sido mis actitudes e intervenciones en un ficticio intercambio con Héctor.
De ese fantasear y tomando la propuesta original de estas Jornadas de usar el material de cada caso clínico como vía para registrar lo que nos resuena y así poder expresar algo que ponemos en acto en el ejercicio cotidiano de nuestra práctica y que son nuestras similitudes y diferencias en el modo de pensar la clínica, me surgió un repaso del trayecto recorrido, de las experiencias realizadas, las vivencias personales y compartidas de esos acontecimientos, los avatares de la formación, las fascinaciones, interpelaciones, replanteos, cambios, rescates, integraciones, etc.
Modelos, esquemas referenciales, entrevistas, diagnósticos, dispositivos, encuadres, alianza terapéutica, sincronización (timing), transferencia, contratransferencia, (interdependencias recíprocas), interpretación, construcción, idealización, puntos ciegos, resistencias, proceso, cambio psíquico, etc. que se suman a la construcción de nuestro saber cómo y a nuestro estilo de ser y hacer.
“Estilos”, me voy a detener en este ítem ya que es uno de los que me resonó del caso clínico y quiero reflexionar acerca del mismo y su influencia en el devenir de los procesos analíticos.
Recuerdo una anécdota que cuenta Irvin D. Yalom cuando con un amigo tomaban clases de cocina griega en NY y que al terminar la misma les daban a probar lo que habían preparado. Ellos anotaban todo para después hacerla en casa, aunque nunca tenían el mismo sabor que las que preparaba la maestra hasta que en una clase cuando ella termina de preparar la receta y su asistente la lleva hacia la parte posterior para cocinarla, Irvin observa que en el trayecto este asistente le adhiere algún condimento al preparado. Irvin descubre que ahí estaba el secreto de la diferencia. Toma este descubrimiento para relacionarlo con lo que ocurre en todo proceso terapéutico, el cual, y más allá del saber cómo, siempre es influido por los “condimentos” que cada analista le agrega.
Es aquí el punto donde considero que el ‘estilo del analista’ es el ‘condimento secreto’ e ‘insustituible’ que agrega a la receta de todo intercambio terapéutico, aunque desde ya, también condicionado por los ‘condimentos’ que trae cada analizando.
Ese feedback docente-alumno, maestro-discípulo, analista-analizando, etc., nos lleva a pensar que podemos creer que copiando una ‘receta’ vamos a obtener el mismo resultado olvidando que el mismo va a depender mucho de estas características o matices personales que cada uno le va a aportar a ese proceso.
Siempre recuerdo al profesor de química orgánica del secundario quien logró con su ‘estilo’ revertir mi prejuicio de rechazo por la experiencia con el docente de química inorgánica y convertirme en un entusiasta participante de sus clases. También conservo en mí memoria la gratitud por la buena influencia de mis analistas, maestros y compañeros que abrieron mi mente y también de aquellos que me mostraron lo que yo no quería ser.
“Siempre ha habido hombres que han sabido mandar a los demás por el poder de la palabra; con todo, no es esto lo que en los siglos ilustrados hizo que se escribiera bien y que bien se hablara. La verdadera elocuencia supone el ejercicio del intelecto y la cultura del espíritu. Es muy diferente de esa facilidad natural de hablar, que denota solo cierta disposición y es una cualidad propia de quienes a la fuerza de la pasión agregan facilidad de palabra y rapidez en la imaginación. Son hombres que sienten vivamente, se emocionan de igual manera, exteriorizan con vigor su pasión de ánimo; y, por una impresión puramente mecánica, transmiten a los demás su entusiasmo y sus afectos. Es el cuerpo que habla al cuerpo; para ello todos los movimientos, todos los ademanes cooperan y sirven por igual. ¿Qué es necesario para emocionar y arrastrar a la multitud? ¿Qué es necesario para conmover y persuadir a la mayoría? Una entonación vehemente y patética, ademanes expresivos y frecuentes, palabras impetuosas y sonoras.”
“… Pero para los escogidos, de pensamiento vigoroso, de gusto delicado y sentido exquisito, que, como ustedes, Señores, toman poco en cuenta la entonación, los ademanes y el vano sonido de las palabras, se requieren asuntos, pensamientos, razones; es preciso saberlos presentar, matizarlos, ordenarlos; no es suficiente hacerse oír y atraer la mirada; es preciso influir en el alma e impresionar el corazón hablando al espíritu.”
“… el estilo es el hombre mismo. El estilo no puede, pues, ni robarse ni transferirse ni alterarse.”(2*)
“En contraste con la formulación relativamente simple de las implicancias patogénicas de la ‘emoción expresada’, que fuerzan la regresión esquizofrénica y socavan el progreso terapéutico en este tipo de pacientes, García Badaracco analizaba en profundidad la manera en que la expresión de las emociones de los familiares, en la relación íntima con pacientes esquizofrénicos, reproduce la realimentación patógena de las primitivas relaciones de objeto de naturaleza traumática que, en una interminable compulsión a la repetición, interfieren con el desarrollo de relaciones objetales más sanas y con el fortalecimiento del ego del paciente.”(1*)
Para mí, de manera subliminal e inconsciente, este fenómeno es universal (libre de las etiquetas psicopatológicas) y por ende está presente en todas las personas en sus vínculos extra e intra psi. Entonces esto marca una similitud y una diferencia en la mirada del psicoanalista que interviene en cualquier situación y experiencia analítica.
Conocemos el ‘¿sos freudiano?, ¿lacaniano?, ¿kleiniano?, ¿winnicottiano?, etc.’ argot que alude a los estilos o rótulos de como intentamos posicionarnos en las variadas similitudes y diferencias con las cuales armamos nuestras pertenencias. De última ¿no estaremos intentando averiguar y/o controlar el inefable estilo que cada uno de nosotros posee como marca de nuestra historia familiar y trasferencial?
Algo indefectible e inimitable que nos marca y acompaña como estilo personal.
Bibliografía
(1*) Kernberg, O. F. (2000). Prólogo. En J. E. García Badaracco, Psicoanálisis multifamiliar: Los otros en nosotros y el descubrimiento del sí mismo. Paidós.
(2*) Leclerc, G.-L. Conde de Buffon. (1753). Discurso sobre el estilo. Revista de Economía Institucional, 16(31), 333–339. Recuperado de http://www.scielo.org.co/pdf/rei/v16n31/v16n31a15.pdf
Murillo, M. (2017). La presencia del analista en la obra de S. Nacht y J. Lacan. Revista Universitaria de Psicoanálisis, 17 (2017), 49–56. Facultad de Psicología – UBA. ISSN: 1515-3894.
Nacht, S. (1967). La presencia del psicoanalista. Buenos Aires: Proteo.
Shirley Viviana Matthews (Argentina)
Interdependencias recíprocas
Al leer el material que presenta Sandro Fonzi, no puedo dejar de recordar su tono de voz tan personal, que oía y escuchaba con frecuencia, tanto en las reuniones de Psicoanálisis Multifamiliar que coordinaba Jorge García Badaracco en la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA), como en otros espacios. Me parece una forma de tenerlo muy presente y de agradecerle por el trabajo ofrecido. Por otro lado, algunos de nosotros que formamos parte de BabelPsi, hemos encontrado en el Psicoanálisis Multifamiliar, una manera de pensar la clínica tomando muy en cuenta al conjunto de condiciones y circunstancias que rodean al paciente, fundamentalmente la trama familiar y el entorno social. Continuando con la invitación del autor a que el material despierte ‘otras vivencias en quien lea este material, que lo lleve a pensar o a repensar sus propias convicciones’, me detengo en el fenómeno de las interdependencias recíprocas, haciendo foco en el conjunto hipercomplejo de factores que influyen en la comunicación, en este caso entre Héctor y su trama familiar, y en las relaciones recíprocas de la vincularidad.
Como dice Jorge García Badaracco (2006): “las ‘interdependencias’ vehiculizan el ‘poder de la palabra’, de producir emociones en los demás, un poder que puede ser enfermante o curativo, según la naturaleza de las interdependencias en juego” (p.8). Interdependencias subyacentes, que se vehiculizan fundamentalmente a través del tono de voz o, por ejemplo, del gesto que se añade. La persona puede estar muy condicionada por ellas. Fonzi dice: “precisamente las interdependencias recíprocas patógenas impiden el desarrollo de ese ‘sí mismo’ pulsional y deseante”.
Es en la medida en que podamos ir desarmando estas ‘dinámicas interrelacionales patógenas’, que vamos a ‘poder pensar’ mejor. El analista relata: ‘su relación con su familia era “pésima”. Con su padre, “inexistente”, aunque en constante pelea; con su madre algo mejor, pero distante’. Y refiriéndose a la madre que lo va a ver a Héctor al partido de voleibol, el analista le pregunta a Héctor: ‘¿Y qué te parece?, ¿qué pasó que no pudo estar más que 20 minutos? ¿Vos te das cuenta que aquí hay algo en juego, vivencias o emociones, que deben ser complejas, que deben ser misteriosas y que no se entienden bien?’ Este es un ejemplo de los malos entendidos, de la suposición de un evento dado, de algo no dicho pero que pensamos, y que se podrían ‘destrabar’, dadas las condiciones terapéuticas adecuadas.
Por otro lado, Fonzi comenta que Héctor transmite ‘una completa soledad y una absoluta desesperanza hacia cualquier tipo de cambio de esa situación’. Es posible que los padres depositaron, inconscientemente, en Héctor sus preocupaciones, angustias o temas propios no resueltos, impidiendo un mejor desarrollo del sí mismo de Héctor. Quisiera pensar qué saludable hubiera sido para toda la trama familiar, si además de que Héctor contara con su terapia individual, él y sus padres hubiesen participado de las sesiones grupales semanales de Psicoanálisis Multifamiliar, como las que organiza BabelPsi, en español, francés e inglés, en diferentes días y horarios, en donde hubieran encontrado un ambiente sostenedor y posibilitador para compartir vivencias, generar nuevos recursos, construir una mejor comunicación solidaria y no tan aislada, y quizás que cada miembro de la familia pudiese destrabar algo del sufrimiento psíquico en el que se encontraba.
El grupo de Psicoanálisis Multifamiliar, como las sesiones vinculares, funciona como un tercero que provee de un clima emocional de respeto desde un ambiente estable y confiable, al modo que lo describiría Winnicott. Héctor transmite “una completa soledad y una absoluta desesperanza hacia cualquier tipo de cambio”.
Es por eso que extraje lo siguiente del trabajo escrito por algunos miembros de BabelPsi titulado “El surgimiento de la esperanza en los grupos de Psicoanálisis Multifamiliar”: ‘Nosotros buscamos que las interdependencias patógenas puedan ser reemplazadas con el tiempo por interdependencias normogénicas: nuevos vínculos donde crezca el “contar con”, (debido a) la mirada confiada del equipo terapéutico en la virtualidad sana (3), la capacidad de los terapeutas de no favorecer las repeticiones, sino de mostrar una respuesta distinta además de trabajar con las familias que, viéndose unas a otras, logran a veces modificar sus estereotipos, por los descubrimientos sorprendentes que realizan, por el movimiento de los aspectos escindidos, gracias a las voces de los otros.
(3) «Virtualidad sana»: Desde el Psicoanálisis Multifamiliar, toda persona nace y cuenta con una virtualidad sana que, a veces, por efecto del ambiente o de interdependencias no tan favorecedoras no se muestra y se esconde detrás de mecanismos defensivos.
Bibliografía
Bar de Jones, G., Jones, A., Matthews, S. V., Suarez Johnson, L., & Vallejo, H. A. (2016). El surgimiento de la esperanza en los grupos de psicoanálisis multifamiliar. Trabajo presentado en el Congreso Hope and Despair in Institutions and Society. Grecia.
García Badaracco, J. E. (2000). Psicoanálisis multifamiliar: Los otros en nosotros y el descubrimiento del sí mismo. Buenos Aires: Paidós Psicología Profunda.
García Badaracco, J. E. (2006). El psicoanálisis multifamiliar: Cómo curar desde la ‘virtualidad sana’. En J. García Badaracco, Selección de trabajos. Volúmenes 1, 2 y 3 (2018). Buenos Aires: Asociación Psicoanalítica Argentina – Centro Ditem, APA Editorial.
García Badaracco, J. E. (1978). La familia como contexto real de todo proceso terapéutico. En J. García Badaracco, Selección de trabajos. Volúmenes 1, 2 y 3 (2018). Buenos Aires: Asociación Psicoanalítica Argentina – Centro Ditem, APA Editorial.
Hugo A. Vallejo
Cuando lo difícil se transforma en una nueva historia
Antes que nada, quiero resaltar la riqueza de la rigurosidad teórica desarrollada por Sandro Fonzi, en cuanto a sus meticulosas referencias de los distintos autores mencionados a través del trabajo, como así también su particular estilo de abordarlo.
En este caso que publicó Sandro Fonzi, desde su título incluye un concepto fundamental del marco teórico referencial del Psicoanálisis Multifamiliar (PMF). Me refiero al concepto de “interdependencias recíprocas”, al considerar el análisis de un recorte temporal de una historia compartida “con” el paciente dentro de su proceso terapéutico, por supuesto con roles y funciones distintas pero complementarias, es decir, son historias vivenciales que se cruzan.
Naturalmente, en la vida de Héctor, se fue construyendo y sumando a su trama de Interdependencias Reciprocas (I.R.) con su familia de origen, una nueva I.R., pero con un objetivo de ayuda terapéutica, o sea más sana; doy como ejemplo, la intervención de S.F. con la madre para solicitarle que sea su hijo quien lo llame para combinar el turno. Dejando abierta la posibilidad, para un futuro, de realizar entrevistas vinculares con sus padres. Evento que desconocemos si se llegó a realizar, lo cual me provocó mucha curiosidad.
No obstante los evidentes condicionamientos en la manera de pensar de Héctor por su crianza, los prejuicios (“los escoceses no van al psicólogo” según su abuelo) y los mandatos familiares, pudo ir desarrollándose una transferencia con SF, la cual puso a prueba los recursos del analista cuando era descalificado, logrando también tolerar los embates pulsionales del Ello y las exigencias de la conciencia moral del Superyó, y armar así ese “contrato” (vertrag) al cual aludió en el texto de Freud del prólogo con que inicia su trabajo.
Desde el PMF existe una premisa a considerar para afrontar esa “guerra civil” entre el dolor del analizado y su Yo, la cual se basa en la existencia de una “virtualidad sana” potencial a desarrollar, presente en todos los consultantes, que no pudo desplegarse por diferentes circunstancias vitales y/o experiencias traumáticas, que impidieron un crecimiento normogénico de los recursos yoicos. Entiendo que es desde esa posición que SF procuró como “tercero”, ayudar a Héctor a que cambie su manera de pensar su vínculo con el mundo, el universo, los otros y salir del sometimiento endogámico que le “cortaba las piernas”, su autoestima, y así poder compartir sus sueños e incluir el humor como herramienta desdramatizante, e incluso aceptar el disenso sin violencia.
Luego de releer el escrito producido por Sandro, una incógnita me quedo pendiente de dilucidar, la cual me hubiera gustado poder conversarlo con él, de estar presente aún con nosotros, y es sobre las conductas adictivas de poli consumo de Héctor, en referencia a como abordaron ese tema, si es que lo hicieron a través del proceso terapéutico, y como fue considerado por S.F., a saber, si lo pensó como conductas autodestructivas, compulsivas, o como mecanismos de defensa frustros para evitar pensar, para evitar sentir, o evitar cambiar y crecer con un juicio crítico propio en un ambiente exogámico, etc. Interrogantes e hipótesis que nos invitó Sandro a considerar en la lectura compartida de su estudioso trabajo clínico.
Bibliografía
García Badaracco, J. E. (2018). En J. García Badaracco, Selección de trabajos. Volúmenes 1, 2 y 3. Buenos Aires: Asociación Psicoanalítica Argentina – Centro Ditem, APA Editorial.
Jones, A., & Vallejo, H. A. (2013). Las tramas de la mente. Trabajo presentado en el Congreso Internacional de Psicoanálisis Multifamiliar. Ditem.
Vallejo, H. A. (2019). Diagnóstico vivencial: Pensando en 3D. Trabajo presentado en Redes y Paradigmas: 20° Jornada Anual de la Fundación Prosam.