05.

Psicoanálisis Multifamiliar

El Psicoanálisis Multifamiliar: un ejemplo clínico de abordaje complejo

Graciela Bar de Jones1

Alberto Jones2

1Médica Psiquiatra y Psicoanalista.

Miembro Honorario de la AEAPG, Miembro Titular en función didáctica de la APA, de IPA y de FEPAL. Co-Directora de BabelPsi.

grazielbar@gmail.com / www.babelpsi.com

2Médico Psiquiatra y Psicoanalista.

Miembro titular en función didáctica de APA, IPA y FEPAL. Co-director de BabelPsi.

JonesAlberto@gmail.com / www.babelpsi.com

Resumen – Abstract:

Este trabajo3 se enmarca dentro del esquema referencial del Psicoanálisis Multifamiliar creado por el Prof. Dr. J. García Badaracco en la Argentina, a partir de la década de 1950 y posteriores.

Muestra cómo este modo de pensar, junto con los dispositivos que utiliza y que articula (terapia de pareja, familiar, multifamiliar, individual, medicamentosa), permitió en este caso el abordaje de un paciente que había sido diagnosticado como esquizofrénico y de su familia, logrando una evolución altamente favorable que otros abordajes terapéuticos previos no habían podido alcanzar.

El trabajo muestra con minuciosidad la instalación y evolución progresiva de un encuadre complejo y original y su correlato en la estabilización clínica del paciente y de la vida familiar.

También desarrolla algunos lineamientos y fundamentos teórico-clínicos del esquema conceptual referencial en los que se basa, ofreciendo al lector no familiarizado una primera aproximación orientativa.

Palabras clave: virtualidad sana; interdependencias recíprocas; vivencia; verdadero sí-mismo; presencias; mente ampliada.

 

3Una versión fue publicada por Bar de Jones, G., Jones, A. (2021), bajo el título La psychanalyse

multifamiliale en: Souche, L. et Poussin, M. (Dir) Familles en thérapies: 11 études de cas

(pp. 121-140). France: Editions in press. (ISBN 978-2-84835-664-8)

1. La demanda inicial


En 2010, una pareja comenzó a asistir a las sesiones de Psicoanálisis Multifamiliar por indicación del psicoanalista de su Hijo. El analista les había dicho que sería difícil continuar y avanzar sólo con el tratamiento individual. Después de algún tiempo de concurrir al grupo de Psicoanálisis Multifamiliar, la Madre compartió en las reuniones multifamiliares que su Hijo de 27 años había tenido una internación psiquiátrica porque presentaba alucinaciones auditivas y delirios interpretativos paranoides; lo diagnosticaron como esquizofrénico. Una vez terminada esta internación continuó con los mismos síntomas agregando ahora que le habían puesto un “chip” por medio del cual le hablaban y lo controlaban. Esto desencadenaba en ciertos momentos su cólera contra lo que estas voces le decían, y él respondía gritando; lo que llamó la atención de los vecinos. Los responsables del consorcio del edificio en el que vivían desencadenaron una nueva internación sin que los padres tuviesen que decidirla. Hasta ese momento él tomaba un neuroléptico (risperidona) en gotas que sus padres ponían en sus bebidas o en sus comidas “sin que él lo sepa”. Algunos meses más tarde, la madre comenzó con el Dr. Jones una psicoterapia individual privada.

 

2. Nombre o especificidades del dispositivo: lo que se pone en juego con el encuadre


El Psicoanálisis Multifamiliar es un método terapéutico basado en un esquema referencial específico y, al mismo tiempo, un laboratorio social, campo de investigaciones y de formación de nuevos conocimientos de potenciales psicoanalíticos que aún no han sido desarrollados (García Badaracco, 2000), (2006a, b, c, d, e).

El grupo de Psicoanálisis Multifamiliar que tomamos como ejemplo clínico para este trabajo funciona desde el año 2006 en un sanatorio polivalente todos los miércoles a las 20 horas, dura una hora y media y luego de un intervalo continúa un espacio de elaboración clínico-teórico de una hora al que denominamos Ateneo. La multifamiliar está integrada por un equipo variable de psicoterapeutas (psicoanalistas, psiquiatras y otros profesionales con diferentes esquemas referenciales). Tanto la multifamiliar como su Ateneo son abiertos a la comunidad con ingreso libre y gratuito y suelen concurrir entre 50 y 70 personas de todas las edades y sin admisión previa. No se toma lista de los concurrentes, por lo que muchos no se conocen entre sí. Ni el equipo los conoce a todos, salvo a los enviados por los fueros contravencionales para realizar una suspensión del juicio a prueba conocida como “Probation”, la cual requiere una asistencia registrada del 75 % durante uno o dos años. El jefe de servicio de Salud Mental del sanatorio forma parte de nuestro equipo; es sobre todo él quien “alimenta” estas reuniones derivando los pacientes que consultan en el servicio. Esto se amplía con personas -de todas las edades- que cada uno trae, así como aquellas que vienen derivadas por sus terapeutas o por el efecto del boca a boca y, al ser de libre circulación, nunca sabemos de antemano quién estará cada semana y/o con quién. Finalmente, no es forzosamente multifamiliar, en el sentido de que se puede concurrir solo o acompañado por miembros de la familia, pero, también, por amigos o por quien se desee invitar. Tal como se mencionaba previamente, al término de la sesión, después de algunos minutos de intervalo, sigue una reunión de elaboración llamada Ateneo que dura aproximadamente una hora durante la cual todos -terapeutas y no terapeutas- intercambian acerca de la reunión que acaba de desarrollarse. Estas tienen el mismo encuadre que las multifamiliares, es decir, que son abiertas a quien desee quedarse y permiten mostrar la complejidad de todas las situaciones humanas en el sentido del pensamiento complejo definido por Morin (1982). Cada uno habrá tenido sus propias resonancias, vivencias e interpretaciones en el interior mismo de una experiencia común a todos. En esta reunión los participantes pueden escuchar a varios terapeutas intercambiar entre ellos y verlos estar de acuerdo o no. Este espacio también permite no irse a casa demasiado cargado por los efectos de la sesión multifamiliar que acaba de terminar.

Ahora bien, retomando las características del dispositivo, la consigna básica de la sesión multifamiliar es llevar a cabo una conversación donde quien lo desea solicita hablar y los demás lo escuchamos con atención y respeto, y sin juzgar a alguien que habla de lo que tiene de más íntimo, de su historia, de sus vivencias en el sentido de Bar de Jones (2015), García Badaracco (2006a) y Jones et al. (2018). No es un debate de ideas, ni de réplicas o aclaraciones sobre lo expuesto, se desalientan los consejos y los juicios de valor y, dentro de lo posible, se promueve que las participaciones sigan un cierto hilo conductor derivado de las resonancias y vivencias que las diferentes intervenciones vayan generando en cada uno.

Es muy difícil transmitir a alguien que no tuvo la experiencia qué es el Psicoanálisis Multifamiliar y cómo se implementa. Kaës (2015) subraya la diferencia entre el saber del inconsciente y el saber acerca del inconsciente. El saber del inconsciente, dice, está invariablemente basado en la experiencia que solo la experiencia del psicoanálisis individual puede constituir. Del mismo modo, es muy difícil hablar acerca del Psicoanálisis Multifamiliar.

La mayoría de los profesionales del equipo de coordinación se involucra personalmente en esta aventura terapéutica compartida. Pensamos como Lila Watson (aborigen australiana) cuando ella le dice a una misionera: “Si vienes aquí para hacer algo por nosotros, pierdes tu tiempo, pero si vienes para transformarte junto con nosotros, entonces ‘¡manos a la obra!’ ”. Esta posición es la base de la empatía puesta en movimiento por la profunda convicción, en el equipo, de la virtualidad sana de cada uno de nosotros en el sentido de García Badaracco (2007). Los cambios puestos en evidencia en todos los que participan, así como en el seno de sus vínculos, engendran una espiral de confianza que permite el círculo virtuoso del “creer para ver”. Jorge García Badaracco, creador de este método, describía lo que sucede en las multifamiliares como una situación en la que se va “de sorpresa en sorpresa” (2006a). Él insistía en la importancia de conservar la capacidad de sorprenderse. La interpretación manifiesta de lo inconsciente ya no es el modo de intervención por parte de los que forman el equipo. El objetivo será más bien que los procesos terapéuticos se produzcan por sí mismos, a partir de las mil voces que se elevan en estas reuniones, con las resonancias conscientes, preconscientes e inconscientes, por el hecho que desencadena compartir vivencias en cada uno. Es más, los efectos de la multifamiliar permitirán identificarse o diferenciarse, recuperar viejos recuerdos, poner en movimiento aspectos escindidos, traumas, donde cada uno hará sus propios descubrimientos, acompañado y sostenido de forma estable y confiable por un equipo que ofrece la posibilidad de construir ahora interdependencias recíprocas normogénicas en el sentido de García Badaracco (1998). El equipo tiende a facilitar un clima de respeto sin juzgar, de señalar los universales detectables en las intervenciones, de facilitar la desdramatización, y, finalmente de hacer utilizar la conversación como una forma de enfrentar los conflictos.

Los participantes no son denominados pacientes porque se considera que los efectos terapéuticos se extienden también a los terapeutas, a los estudiantes, en fin, a todos aquellos que deseen comprometerse con la aventura de implicarse al participar. Haciendo esta experiencia, se permite captar la fuerza de un grupo numeroso y, cada uno descubre en las vivencias los factores terapéuticos que constituyen poderosos recursos para producir el cambio psíquico normogénico de cada uno y de los vínculos. Este dispositivo no reemplaza otros abordajes terapéuticos, se podría decir que los complementa y que incluso a veces los vuelve posibles, potenciando sus efectos terapéuticos.


3. Ejemplo clínico


Durante algún tiempo, la Madre, de 54 años, compartió sus vivencias de desamparo y de impotencia en su espacio terapéutico individual y en las sesiones multifamiliares. Llegó a decir que deseaba que su hijo muriese porque ya no soportaba la situación. Compartió también los antecedentes de su trama familiar de origen. Habían inmigrado alrededor de 1960, cuando ella tenía 2 años, provenientes de un país de Europa. A veces, el Hijo la llamaba por teléfono al celular durante su sesión individual para decirle que desconfíe de su terapeuta, que podía estar haciéndole daño. La hermana del padre y la hermana de este joven insistían sobre la necesidad de internarlo nuevamente porque lo consideraban incurable. Más tarde, el Padre (55 años) comenzó a participar de la sesión individual semanal de la Madre, que pasó entonces a ser sesión de pareja. Un punto importante en el esquema de Gracía Badaracco es el de ayudar a los padres a que puedan volverse los mejores terapeutas de sus hijos (no hablamos forzosamente de hijos pequeños). A partir de esta forma de pensar, la mejoría de los padres es la mejor terapia para los hijos. A veces la enfermedad mental de los padres bloquea la posibilidad de los hijos de curarse aun cuando tengan tratamientos individuales de calidad. Lo que se volvió muy evidente fue el desfase entre el hijo de las expectativas de los padres y el hijo de la realidad. Esta comparación constante provocaba en los vínculos un circuito de impotencia y frustración. A partir de la internación desencadenada por los vecinos de su edificio que permitió la indicación de un nuevo neuroléptico (Clozapina), disminuyó el acoso de las “presencias interiores que lo volvían loco”, en el sentido de García Badaracco (1985), Jones, Matthews y Vallejo (2013), así como Jones (2013). El Hijo comenzó a participar en las sesiones multifamiliares y, más tarde, en las sesiones de pareja que así se volvieron sesiones de familia.


Durante una sesión de Psicoanálisis Multifamiliar (ocho años después de su llegada) he aquí lo que se dijo:

Madre: “Yo, es todo el tiempo igual. Así, a veces, estoy bien, otras no tanto, no sé porqué. Yo interpreté que algunas veces la parte psicológica, inconsciente, no nos permite salir de la calesita y no comprendo demasiado cómo es posible que esto nos suceda, porque si tenemos tantas ganas de mejorar la situación y de ayudar a nuestro hijo o de ayudarnos a nosotros y poder ayudarlo a él y no lograrlo, me angustia. Intento no inmiscuirme y no dañarlo en lo que él podría mejorar, que pueda tomar consciencia de lo que le pasa, pero no, un día parece que está mejor y después de una semana está mal, no sé… a veces no sé si es que todavía no elaboramos esta parte inconsciente que es cuando uno se daña a sí mismo o si es que él es así y que no va a superar esto mientras no quiera superarlo…”.

Padre: “yo soy el Padre, lo que dice la Madre, yo creo que está totalmente relacionado con su estado de ánimo. Yo veo progresos en Hijo y en casa veo que los progresos continúan. Si pienso en dos años atrás, me doy cuenta cuánto progresamos; entonces, es lógico que cuando su estado de ánimo está rebajón siente lo que siente, pero se le va a pasar y ella verá todo más positivamente. Eso es todo”.

Pregunta de la coordinación a Padre: “Por favor, ¿Usted podría enumerar algunos de esos progresos?”.

Padre: “Y, bueno, hace dos años Hijo era violento casi todos los días, hoy ya no lo es, tiene un episodio cada tanto, comprendemos mejor la situación, antes no la comprendíamos; y creo que son progresos muy importantes, verlo más tranquilo yo lo tomo como un gran progreso y, bueno, qué la pone ansiosa a ella, es ella quien tiene que decirlo. Creo que lo que le juega una mala pasada es no poder ver en Hijo al hijo soñado, el hijo perfecto, y esto le juega una mala pasada, hay que aceptar tal como es y ayudarlo y ayudarnos y no estar pensando en un ideal, porque si uno sigue soñando con un ideal que no existe, uno se hace daño”.


4. La terapia de familia


Retomando lo mencionado anteriormente, a las sesiones personales de la Madre se había incorporado el Padre y, luego de la última internación también se incluyó el Hijo. Estos movimientos provocaron un cambio significativo del proceso terapéutico. El caos de las interdependencias recíprocas en el sentido de García Badaracco (1998) comenzó a ordenarse así como el proceso de diferenciación del Yo-noYo y el surgimiento del verdadero sí-mismo de cada uno de ellos. Los intercambios incluían cada vez más situaciones sonrientes que despertaban el humor. Estos cambios en las conversaciones en las sesiones de familia como en las multifamiliares provocaron que los encuentros se volviesen más creativos, placenteros y productivos. La Hija participó de algunas sesiones de familia; aun cuando ella no se comprometió con el tratamiento de la familia nuclear, a partir de las evidencias cambió de opinión, al igual que la hermana del padre. Y comenzaron a participar de las sesiones multifamiliares.

A medida que se volvía posible para ellos compartir conversaciones fluidas, compartían también ocurrencias de unos sobre la personalidad de los otros. Esto provocaba vivencias de complementación y de integración fundamentales para la evolución de esta trama familiar. Aquí hemos podido observar lo que es otro punto importante de nuestra forma de pensar: “ayudar a los hijos a volverse los mejores terapeutas de sus padres” (Jones, 2018; Jones et al, 2018). Estas evidencias de cambio confirman nuestro “creer para ver”. “Ver para creer” reforzó el “creer para ver” y viceversa. Subrayamos la importancia de la instalación de este convencimiento en la trama familiar porque permite el surgimiento progresivo de la esperanza (Bar de Jones, Jones, Matthews, Suárez Johnson y Vallejo, 2016). La otra consecuencia es la vivencia de estar recorriendo un camino permanente, dinámico y creativo, que transforma los círculos letárgicos en espirales vitales. 

Citamos un fragmento de la segunda multifamiliar mencionada más arriba: 

Durante la multifamiliar a partir de los comentarios de una pareja de padres que insistían en el hecho de que el problema era de uno de sus hijos, la coordinación preguntó qué pensaban de esto a las personas presentes.

Padre: “Yo, antes que comentar los problemas de otros, preferiría hablar de lo que me pasó a mí cuando estaba en esta situación; yo sentía que todo el problema era Hijo y que intentábamos ayudarlo, pero el problema no era solo él. Después de haber dado muchas vueltas y pasado por numerosos profesionales, finalmente llegamos aquí. Al principio yo tenía muchas resistencias a entrar, luego entré y comprendí poco a poco cómo es la temática y que el problema no es Hijo, el problema es la familia, él es el que llamaba la atención de la familia y, en cierto modo, el que pedía ayuda, pero el problema éramos todos nosotros y es aquí que comenzamos a trabajar todos juntos. Luego, logramos tomar la decisión de reforzar con una terapia privada y, bueno, no fue rápido, son años, pero trabajamos todos en familia y dejamos de pensar que el problema era uno y comprender que el problema éramos todos nosotros y que teníamos que trabajar todos y resolverlo entre todos. Yo insisto sobre esto porque oí que presentaban la cosa como si el problema estuviese determinado por un individuo de la familia y, desde mi punto de vista, no es un individuo de la familia, es toda la familia, y esta persona es el emergente. Es el que dice ‘aquí sucede algo, tenemos que encontrar una solución’ y, bueno, nosotros lo entendimos y logramos resolver mucho, y seguimos trabajando”.

Hijo: “No, yo soy Hijo; bueno, yo estoy contento porque mi padre está mejor porque estaba mal. Se hizo operar y salió bien. Yo no sabía que habían visto mi problema como el de todos, pero bueno…”.

Pregunta de la coordinación a Hijo: “¿Cómo te sentís cuando escuchás a tu papá implicarse tanto…?”.

Hijo (superponiéndose): “Me ayudó, verdaderamente, era su forma de ver las cosas. Me llevó… cuando yo estaba muy mal me llevaba en auto a todos lados, a hacer todos los trámites para ver si yo podía recibir más ayuda, ahora tomo pastillas que no me mejoran en toda la situación y yo pienso que es un bleff, pero no, no sé. Y mamá no vino porque tiene que ir a una reunión, no, yo quería decir que hago un montón de cosas para ver si puedo estar mejor y así sentirme bien. Es por eso que voy al médico todas las veces que me dice de ir y tomo las pastillas que me dio, intento hacer las actividades y voy varias veces en la semana. Yo digo: ¿cuándo llega el miércoles para ir a la Multi ? [Los presentes celebran con aplausos este último comentario]. Está bien, venimos acá, escuchamos a los que están bien y a los que están mal y después salimos y vamos a comer algo a la salida, a menudo, algunos se reúnen y van a la pizzería y es genial. Yo voy a comer con mis padres”.


5. Actualización 2022


Dado el contexto de pandemia covid-19, a partir de marzo de 2020 todas las prestaciones que venían siendo presenciales pasaron a ser online y esta multifamiliar continúa desde entonces por video conferencia.

El equipo actual de coordinación está integrado por diversos profesionales, entre los cuales se encuentran, además de los autores, los miembros de BabelPsi Gregorio M. Garfinkel, Shirley Viviana Matthews, y Hugo A. Vallejo.

Una de las características que surgieron al migrar “la multi” de presencial a online, fue que algunos no continuaron y otros nuevos se fueron sumando desde distintos lugares de residencia, en distintas provincias y también en países diferentes. Además, los que abren la cámara nos permiten entrar y mostrarnos dónde y cómo están o cómo son de “entrecasa”. Varios comentan que mientras comen dejan el audio abierto y esto en algunas situaciones permite que otros convivientes participen de la multi escuchando.

Otras veces, se conectan desde cualquier lugar, ya sea caminando, en un bar, viajando en un medio de transporte o manejando el auto. Esto último nos permite comprobar que aquellos que se sienten interesados e implicados, desarrollan los recursos necesarios para ingeniarse y estar.

Uno de los pedidos que surgen es que cuando las condiciones lo permitan y sea posible armar una estructura accesible a esta forma solidaria de prestación, ya que son gratuitas, se realicen de manera híbrida para que el calor de los encuentros presenciales no excluya el calor de la cercanía virtual. Esto, cuando la pandemia esté controlada o superada, como institución, nos significará afrontar el esfuerzo y los costos de ubicar un lugar ad hoc, buena señal de internet y colaboradores o personal que se ocupe de todos los aspectos técnicos para coordinar y armonizar las condiciones que recuperen el clima y el intercambio que ambas experiencias nos han enseñado.

Tal vez, se podría considerar proponer a los participantes que aquellos que puedan y quieran, sumen algún otro tipo de colaboración (tipo causa onerosa).

Es oportuno recordar que, si bien el esquema tiene sus lineamientos, cada multi tiene sus particularidades y, a veces, la conversación gira en torno a diferentes intervenciones (en temática y extensión) de los participantes. El equipo según las circunstancias realiza comentarios acorde con el hilo o hilos conductores que van surgiendo. En ocasiones una participación puede extenderse demasiado, en otras puede darse un diálogo entre dos o más sobre una interdependencia, sea entre padres e hijos, entre parejas, etc.

La muestra que ofrecemos fue elegida puntualmente para el objetivo de este trabajo y no refleja toda la riqueza e hipercomplejidad que sucede en las sucesivas multis. Este historial es una suerte de recorte entre otros muchos que han surgido en la multifamiliar a lo largo del tiempo.

Retomando el historial del ejemplo:

Esta familia tiene dos negocios, uno en la ciudad y otro en las afueras de la ciudad.

En la actualidad, la Madre se ocupa de atender el negocio de la ciudad con la ayuda de dos empleados y la colaboración de sus dos hijos. Además, es artista, colabora con la asociación de la región de donde es originaria y es muy activa en una organización que se dedica a la solidaridad.

Al Padre a fines del año 2002 le detectaron un tumor, por el cual fue operado y parecía curado definitivamente. Diez años después y a raíz de un control, le detectan una nueva imagen en el mismo órgano, por lo cual, luego de un tiempo, le realizan una segunda operación. En el año 2017 aparece otra pequeña imagen y esta vez se opta por no operar y seguirla con controles para evitar una situación de mayor riesgo. Por este motivo y para cuidarse del contagio de covid, se instaló a vivir donde tienen el negocio en las afueras de la ciudad y ocuparse del mismo con personal a su cargo. Ellos están en permanente comunicación y viajan seguido para verse.

La hija se casó con su pareja que ya tenía hijos y luego tuvieron dos hijos juntos.

El Hijo, previo a su primera descompensación explícita, hacía algunos trámites para su tía y estudiaba Sociología en la Facultad. También trabajaba haciendo fotocopias y luego atendiendo un bar preparando café, etc. Fue por ese entonces que registra que empezó a sentirse mal y el comienzo de la aparición de las voces.

A partir del confinamiento, Hijo continuó online la terapia de manera individual, al igual que el control psicofarmacológico y participando de la multifamiliar de los miércoles a las 20:30 h. Madre y Padre, por el momento, no continuaron la terapia familiar. Madre suele estar en la multifamiliar y Padre no, según él por dificultades con la señal de internet.

Transcribimos pequeños párrafos de dos multifamiliares por video de marzo del año 2022 donde participaron más de cuarenta personas.

Material de la primera con su Ateneo posterior:

Un Joven comenta que le gustaría ser más sociable, poder salir y encontrarse con gente con la cual llevarse bien, pero que le es difícil salir y hacer amigos. Agrega que había probado hacer clases de actuación, pero que después aflojó, y que no se le ocurría mucho a dónde ir. Fue a una clase de spinning y relata que había quedado con el c… dolorido por el asiento de la bicicleta y que, además, la gente mucho no hablaba.

Pregunta de la coordinación a Hijo: “¿Qué pensás de lo escuchado?”.

Hijo: “Escuché una parte que dice de ir a conocer gente, que fue a spinning y que le duele el c… ¿qué es spinning?”.

Joven: “Es como una bicicleta de verdad, pero las otras son con asientos más acolchados, un poco más gentiles”.

Hijo: “Yo hacía bicicleta, ¿vos tenés bicicleta para ir a pasear?”. 

Joven: “No salgo”.

Hijo: “Yo tenía una y se la quedó mi viejo porque me ocupaba toda la habitación”.

Pregunta de la coordinación a Hijo: “¿Vos tenés alguna fórmula para ser más sociable o conocer gente?”.

Hijo: “Tiene que animarse más, yo me animé a hablar con los chicos en la facu y formamos un buen grupo. Era un grupo de los que estudiábamos; los que no estudiaban no participaban, y estaba bueno. Estaba un primo de uno de los chicos”.

Pregunta de la coordinación a Hijo: “¿Y actualmente cómo te las arreglás?”.

Hijo: “Fui al parque, hay una feria de puestos de CD y no soy amigo de los chicos de los CD, hay relación y está todo bien, pero tengo amigos enfrente de los puestos de vinilos y CD y me animé porque estaban dos amigos ahí y me acerqué y los saludé y se acercó otro muchacho, después se sumó gente, y en vez de quedarse en la casa, van al parque y venden CD, remeras, parches para las camperas y esas cosas, y me enganché y ahí hice amistad. Y después tengo un amigo que toca la batería y me hice amigo de los muchachos de la banda de él y está justo el hermano de una amiga mía del primario y está tocando en esa banda, y toca bastante bien, la tiene re clara, y está bueno eso, qué se yo. Cuando fui, lo malo es cuando estás con alguien y querés hablar de algo y no se te ocurre nada y está ese silencio que no se sabe qué es lo que puede llegar a pasar. Yo cuando estoy con amigos que están con otros chicos, yo hablo, entonces así conozco gente, conozco a los amigos de mis amigos y me hice amigo, y a mí me parece que vale más esa que la de estar queriendo conocer a alguien e ir a un bar y hablar con alguna chica, esa mucho no la hago, no sé, mi primo estuvo usando H, que te suena una alarma cuando encontrás a alguien que está metido en el mismo programa, y es para conocer chicas, y ahora con la pandemia se fue todo para abajo, ya no es lo mismo, ahora no encuentra chicas por ningún lado con el H, antes encontraba. Y hay que animarse más, hay que compartir con los amigos, los amigos del colegio, con los que se lleva bien, puede llamarlos para ver cómo andan, puede salir a algún boliche, o a alguna plaza a tomar una cerveza, o tomar un jugo, lo que sea, o sea, puede llamar a la gente del secundario y juntarse, o hasta del primario por ejemplo, y hacerse amigo de los amigos de los amigos, y eso. Yo estoy por llamar a un amigo que era, que andaba conmigo en el secundario, y después hicimos buena amistad y nos tocó ir a rendir en la misma aula Economía y yo la aprobé y mi compañero no la aprobó, pero bueno. Y en fiestas, puede ir con amigos a fiestas, ¿no tiene ni un solo amigo?”.

Hijo: “¿Joven? ¿tenés algún amigo?”.

Joven: “¿Qué?”.

Hijo: “Si tenés algún amigo como para salir de farra y ir a conocer a alguien”. 

Joven: “¡Ah! No, no”.

Hijo: “¿No? ¿Y los chicos del secundario?”. 

Joven: “No, no me hablo”.

Hijo: “Ah, bueno”.

Joven: “Tampoco tenía amigos en el secundario”.

Hijo: “Uy, está complicado entonces, che, ¿y no conociste ningún amigo en el lugar donde estás estudiando algo? ¿Estás estudiando algo, vos?”.

Joven: “No, por ahora no”.

Hijo: “Ah, y el lugar para conocer gente, en la facultad conocés gente, mi viejo me dice que hay que hacer actividades donde la gente sea sociable, que se yo, claro. Yo el otro día fui a un recital, pero había tres muchachos que yo ya los conocía de antes, yo tengo amistades de gente desde hace veinte años, me encontré con un amigo que es músico y lo conozco desde hace veinte años, y al otro muchacho que toca la batería también, y hay otro que es artesano de metal y cuero y hace gargantillas, muñequeras, cinturones, y ahí me entretengo hablando con él, hablando con mi amigo porque sí, y aunque sea que no haya habido un vínculo muy estable desde hace veinte años, hablo con él y está todo bien, comparto la amistad. Después tengo un amigo que vive [un ruido interrumpe] el padre y la madre vivían en un bar, o sea en el fondo del bar era la casa, y se murieron los dos y se quedó solo este muchacho que es amigo mío, y ese también me dijo que pase por la casa, pero no hubo oportunidad, pero bueno, conozco a los muchachos del barrio, sigo teniendo amistad. Tengo un amigo que tiene una radio y ahí le mando mensajes a la radio, me mandó a hacer un reportaje a tres bandas que eran rarísimas, una se llama M, la otra se llama F, me parece, y ahí estuve haciéndole unas preguntas a los muchachos estos [él conoce bastante de bandas de música y de metal] y, después, pasaron los reportajes en el programa en la radio y, bueno, así como uno tiene sus problemas, todos tienen problemas, ahora hay gente que tiene problemas con el trabajo, necesitan trabajar de algo y no encuentran. Tengo un amigo que con la moto se puso a repartir paquetes y se cansó ya de hacerlo, y se fue a trabajar al pet shop de un amigo que se llama x que abrió un pet shop por la periferia de la ciudad y se metió a laburar ahí y ahora está aprendiendo el oficio porque hay que tener una noción de cómo atender a las mascotas y el negocio de alimentos a las mascotas, si yo le vendo a la gente un kilo, dos kilos. La verdad que estoy medio cansado de ir al negocio a la mañana, me cuesta levantarme un montón, pero, bueno, me cuesta porque no tengo ganas de hacer nada, pero tengo que ir a ayudar a mi mamá; mi mamá paga todas las cuentas y todo, y yo voy a estar viviendo de arriba sin pagar nada, yo pago de vez en cuando la comida, cuando no me deja plata yo uso la mía, si yo necesito plata mi vieja me devuelve un poco, entonces voy allá al negocio para que mi vieja esté mejor porque ya está cansada de trabajar, trabaja sola con los dos empleados y no puede ser, entonces tengo que ir yo para estar trabajando un rato. Así que trabajo por eso, porque no puede mi vieja encargarse de todo y yo me rasque las b…, me rasque las p…, y no, perdón, y no aporte en la casa, ya tengo 39 años, ya casi cuarenta años, o sea, como que no crecí en maduración porque tuve muchos problemas estos años, siento que no crecí y, bueno, mi vieja me necesita y yo voy”.

Gr. G. (Gregorio Garfinkel): “¿Hijo?”. 

Hijo: “Sí”.

Gr. G.: “Te habla Gregorio”.

Hijo: “¿Cómo está, Gregorio, bien?”.

Gr. G.: “Sí, bien, muy bien, vos no sabés lo emocionado y contento que estoy de escucharte”.

Hijo: “Gracias”.

Gr. G.: “Realmente del Hijo que yo conocí hace años en el sanatorio donde se hacía la multifamiliar presencial, al que Alberto tenía que insistir muuuchoo y curiosamente para que hable con el otro Joven, realmente es un placer escucharte, entonces cuando estás diciendo que tenías, que tenés problemas de comunicación…”.

Hijo: “”.

Gr. G.: “… yo eso no lo veo, no lo creo, en el buen sentido de la palabra, el avance que has hecho, estas reflexiones con respecto al dinero, a tu mamá, a tus compañeros, al reporte, la fluidez con que hablás y pensás, realmente me emocionan, me emociona mucho”.

Hijo: “Gracias, Doctor”.

Gr. G.: “¿Seguís estudiando lo que estudiabas?”.

Hijo: “No, colgué Sociología. Me puse a estudiar fotografía”. Gr. G.: “Ajá, ¿y cómo te va con eso?”.

Hijo: “Uy, ya terminé hace un montón, el segundo o tercer curso que hice ya los terminé el año pasado”.

Gr. G.: “Pero ¿estás usando cámaras, estás sacando fotos?”.

Hijo: “No, pero tengo pensado en empezar a sacar fotos en algún lado porque tengo miedo de andar en la calle y me quiten la cámara”.

Gr. G.: “Ah, tenés razón”.

Hijo: “En algún lugar cerradito, como una obra de teatro, capaz que puedo sacar una foto, o en alguna presentación, mi primo hace tango de vez en cuando, hace cosas en una obra de teatro, es escultor y hace artes plásticas en un centro cultural, y, bueno, eso”.

Gr. G.: “Bueno, te quería decir esto porque uno a veces se pregunta el tiempo que puede llevar lograr cambios y cuántas veces se dice ‘¿pero es posible cambiar?”.

Hijo: “Hay que ser perseverante y ser paciente también”.

Gr. G.: “Pero, además, me encanta porque tu lenguaje cambió completamente, la manera de componer las frases, el pensamiento, las pausas, todo, realmente te digo que es muy emocionante escucharte, me alegro muchísimo. Una sola pregunta, ya de curiosidad, por lo que dijiste, ¿por qué dejaste Sociología y todo eso? porque me parece bien los cambios, lo que hagas, pero ¿tuviste alguna razón? ¿no te gustó más? ¿qué pasó?”.

Hijo: “Las primeras clases que fui ya tenía problemas de estar alucinando, vio que yo escucho voces, y toda esa cuestión”.

Gr. G.: “Ah, che, de paso, ¿cómo sigue eso?”.

Hijo: “Y, está mejorando, mejora un poco”. 

Gr. G.: “”.

Hijo: “”.

Gr. G.: “Pero no quedás tan impresionado como antes, ¿verdad? O no te traba para tu desarrollo”.

Hijo: “No, no sé, sí un poco estorba, estorba un poco”. 

Gr. G.: “Sí, está bien”.

Hijo: “Un obstáculo, pero, pero… ¿Qué me había dicho?”.

Gr. G.: “Que te había preguntado por qué habías dejado Sociología”.

Hijo: “Porque me vi con treinta y cinco años y me dije ‘no puede ser’, porque terminar la carrera en seis años no la voy a terminar yo, me lleva más tiempo a mí, tendría que hacer dos materias por cuatrimestre y no estoy escribiendo bien, tengo mal la dactilografía y…”.

Gr. G.: “¡Mirá! Todo eso puede ser, pero yo te veo”. 

Hijo: “Jaaa [risa de sonrisa empática]”.

Gr. G.: “Una hermosa evolución, hermosa, hermosa”.

Hijo: “Estoy haciendo cursos de otras cosas, que se yo, cursos literarios, acá hay un centro cultural, acá a la vuelta, y pegué onda con una chica que da clases de literatura y jugamos y hacemos juegos con palabras y escribimos”.

Gr. G.: “Pero juegos, che, pará, ¿andamos de novio o no, o todavía no?”.

Hijo: “¡No!, no ando de novio, ando ahí solo pero buscando, y bueno, la chica esta es macanuda, así que decidió ir a dar clases a un bar, y después de eso trabajamos por video porque como está la cuarentena, hace dos años ella nos da clases por video de literatura, recortamos diarios con palabras y formamos un solo cuento con las palabras que íbamos, están desconectadas, pero es un juego a la creación”.

Gr. G.: “Bárbaro, te mando un gran abrazo”. 

Hijo: “Gracias, Doctor”.

Gr. G.: “Perdón porque les interrumpí un poco del diálogo de los dos. Ahora están un poco diferentes de como fue antes”.


A continuación, el Ateneo clínico teórico y/o espacio de elaboración y reflexión post multifamiliar, del cual vamos a citar solo algunos comentarios que se hicieron acerca de “la multi”.

Participante M: “Muy interesante lo de Hijo, la verdad que, como dijo Gregorio, a mí también me emocionó mucho escucharlo tan bien, tan responsable, cuando presencialmente, los años que estaba, es cierto, vos, Alberto, tenías que sacarle las palabras con tirabuzón. Hizo un cambio muy positivo, me encantó”. [Continúa su reflexión sobre otras intervenciones].

Alberto Jones: “A mí me parece que la multi ha sido y es, para muchos, una suerte de sostén, una suerte de acompañante, como un contar con, más allá de la pertenencia, como es la situación de R que vos mencionás, que está con nosotros hace tanto tiempo, y que no lo puede hacer del todo sola y a su vez, al mismo tiempo, hace muchas otras cosas, evidentemente hay un aspecto, en algunos de nosotros, que convive con otros aspectos. Me parece que todos tenemos cosas en común, compartidas a través de universales y que por eso nos acerca, nos conecta, nos contacta con lo más humano de cada uno, nos rescata del personaje”.

Hugo A. Vallejo: “Lo que me pareció muy interesante para la gente que hace poco que está participando, me pareció oportuno el comentario que hizo Gregorio sobre la evolución de Hijo, que a veces en la cotidianeidad o en la frecuencia de que nos vamos viendo periódicamente y frecuentemente no vamos percibiendo los cambios; es como cuando los chicos van creciendo y viene una tía que hace muchos meses que no lo vio en los primeros años de vida y dice ‘¡Wow! ¡Cómo creció!’ y uno no se da cuenta de todos los cambios porque lo ve todos los días y, en este sentido, la mirada si bien fue subjetiva de Gregorio, los que pudieron escuchar pero hace poco que están, lo han visto a Hijo hablar tranquilamente y seguramente también con Joven, y creo que es importante eso de instalar la esperanza porque es también algo que en el Psicoanálisis Multifamiliar está implícitamente. Que es una de las cosas que yo noté en pacientes que a veces van por pocas sesiones y después sin darse cuenta dan opinión de todo lo que percibieron, de aunque sea una sola vez, les resonó, se compararon, hicieron como una especie de autoanálisis y se pudieron discriminar y diferenciar, y pudieron relativizar la problemática propia y trabajaron sobre sus necesidades psicoterapéuticas y pudieron llegar a decir ‘bueno, yo creía que estaba casi sin posibilidades de recuperar mi estado de ánimo, por ejemplo, o mis miedos, y el haber sido testigo y partícipe de las experiencias vivenciales de otros ha facilitado esa nueva esperanza’ que por supuesto la deben tener, infiero, todos los que piden ayuda. Todos los que consultan. De alguna manera, ya sea en algún tratamiento individual o grupal, cuando una persona va, va con un interés en recibir algo a cambio, y acá lo que se reciben son vivencias, uno siente cosas, ¿no?, y eso es algo nuevo, que quizás uno en el aislamiento de las crisis personales no tiene en cuenta. Bueno, eso me resonó mucho, lo que también agradeció Hijo, la actitud de Hijo de agradecer esa mirada, que creo que le hace muy bien y hace muy bien”.

A. J.: “Yo creo que lo que está diciendo también es un Universal, donde cuando no sucede lo que nos gustaría, cuando la expectativa no es satisfecha, cualquiera sea, él la pone en ‘X’ porque esa es su particular expectativa, pero que es un nexo con la expectativa que cada uno de nosotros trae a esta reunión, qué pasa durante la reunión, qué pone y qué se lleva de la reunión. Es interesante observar a viva voz que cada uno de los que estamos somos individuos y, a su vez, semejantes, porque somos humanos, tenemos universales, cosas en común y compartidas, tenemos un semejante, tenemos un nosotros, pero al mismo tiempo cada uno está oyendo de una forma distinta, lo cual es un riquísimo ejercicio acerca de la diversidad; que muchas veces podemos hablar mucho sobre la diversidad, pero que vivirla así como que la expectativa de alguien que está participando está muy focalizada en algo y nosotros estamos, o algunos, estamos creyendo que está con nosotros, y está con nosotros, pero al mismo tiempo está con su expectativa”.

H. V.: “Y con las presencias que condicionan el sentimiento, el pensamiento, la palabra y la acción de cada uno de nosotros de un modo subjetivo. O sea, ahí aparece de vuelta el universal de la hipercomplejidad”.

Shirley Viviana Matthews: “Hablando de estar uno con sus presencias, que por ahí estamos acá, pero estamos con nuestras presencias, por eso me parece piola que se verbalicen con palabras en voz alta lo que dicen esas presencias”.

Mg. J. N. (Pasante BabelPsi-IUSAM): “Hijo decía esto de las voces, esto es un claro ejemplo de poder empezar a reconocerse, poder empezar a conocerse y partir de ahí como una posibilidad de trabajo. Es decir, la vida, de cierta manera, implica una forma de trabajo, y reconocerse no es un mero ejercicio de un listado de características, sino también reconocer y poder ubicar eso como peldaños posibles para poder seguir avanzando. En ese sentido, creo que cuando uno habla y cuando se pone en palabras, no solo está la función de expresar y comunicar, sino que tiene que ver con que mientras se habla, se escribe, y mientras se escribe, se lee. Es un acto totalmente performativo, se hace durante. En ese sentido, me quedo con lo importante de hablar, no necesariamente para comunicar, porque cuando uno asume que tiene que hablar para comunicar, implica un proceso de organización del material, y de las ideas, y de las emociones. Sin embargo, hablar tiene muchos más matices. No importa el cómo; el cómo se va a ir organizando, pero que el recurso de la palabra no se agote en la intención de comunicar algo, sino que cumpla otras funciones”.

Gr. G.: “Estuve escuchando ahora lo que se estuvo hablando y, como siempre, es todo muy complejo y muy rico. Yo quería tomar, Alberto, lo que dijiste, que me pareció muy oportuno, es de qué diferente manera cada uno puede usar el grupo. Porque cuando hablamos de grupo pareciera ser que estamos hablando de un conjunto que dialoga, escucha, vivencia y participa de una manera compartida, y no es así. Creo que no es así. Vos dijiste lo de sostén, pero no es solamente sostén. Me impactó en particular lo de Hijo, en particular él, es porque yo me acuerdo que vos, Alberto, insistías en que hable, que se pare. Se paraba para que diga algo y poco a poco empezó a decir cosas. Y en algunas oportunidades yo después lo buscaba cuando terminaba la reunión, por eso sé lo del estudio y todo, y le preguntaba, quería conocerlo más y él me dijo de repente que leía a Marx, y a filósofos, o como trajo hoy, Sociología, y me parecía difícil que él realmente pudiera, con el nivel de expresión que tenía muy limitado y muy encerrado, pero, bueno, si él decía eso… Y más conociendo un poco la historia del grupo familiar, la evolución hermosa que tuvo el grupo familiar hasta que el mismo Hijo comenzó a venir. Hoy, escuchándolo, lo que me impactó era todo. Primero, no era un hablar autístico como a veces aparecía, para nada, era francamente comunicativo. Era muy reflexivo, muy ordenado porque hacía hipótesis y sacaba conclusiones y las comunicaba. El solo hecho de que cuando él espontáneamente al final, un poco trajo lo de las voces, me hizo recordar lo que Badaracco decía tantas veces, y que ojalá sea así, que no nos preocupemos por los síntomas (alucinaciones, estas cosas) porque es lo último que se va a ir, pero el Hijo que aparecía preocupado por la madre y por los demás y que podía ver la diversidad de elementos… Y lo que pude ver de su evolución es cómo pasó a ser un tipo de comunicación con una riqueza que implica una inserción social totalmente diferente a la de ese que estaba como un animalito tirado en su casa y escuchando voces”.

Sigue: “Hay una gran variedad que no depende de los niveles culturales, ni nada, hay una gran variedad de sistemas que se utilizan en la multi y que es interesante, porque como en el caso de Hijo, no cabe ninguna duda que es el resultado de una evolución que pudo aprovechar, y, bueno, donde Alberto permanentemente inistía. Yo me acuerdo que a veces hasta yo me fastidiaba cuando le preguntaba ‘Y, bueno, Hijo, ¿vos qué decís?’ y Hijo no decía nada, apenas balbuceaba algo, casi obligado y parecía una especie de autómata. ¡Nada que ver con el de hoy!, ¡nada que ver! Es una buena pregunta, sin ánimo de crítica ni nada, eh, de poder entender nosotros y, al mismo tiempo, lo ideal sería que cada uno de los que participe pueda llegar a entender qué sistemas usa para aprovechar lo que el grupo ofrece. Claro, si uno toma que este Hijo encontró en el cambio familiar, en la actitud particularmente de Alberto, porque yo me acuerdo la insistencia que él tenía, y esta evolución que hizo, no cabe pero ninguna duda de que esto es realmente aquello que podemos llamar curación. En el buen sentido de la palabra, con los valores, con la responsabilidad, el poder saber lo que le gusta y no, todo eso, es un Hijo autónomo… es él mismo autónomo. Realmente, lo de Hijo, en particular, es creer o reventar, la evolución, eh… Yo siempre espero mejorías, todo, pero que alguien que tenía diagnóstico de esquizofrenia, que alucina voces, que apenas podía hablar, que a lo sumo parecía iba a estar condenado a trabajar con la mamá o el papá ahí en el negocio haciendo tareas muy secundarias. Y que yo me acuerdo de cuando él hablaba que estudiaba, y me dijo que estudiaba Sociología, y Marx, y le pregunté algunas cosas, yo no conozco mucho pero me daba cuenta que sí, que era alguien que intentaba ser, pero el de hoy… Yo creo que tenemos mucho, mucho para pensar. Lo de hoy en particular me sorprendió mucho. También me gustó mucho lo acertado de Alberto, cuando dijo que hablen los dos Jóvenes, cuando Hijo pasó él… cuando comenzaban esos diálogos, parecía que vos Joven lo ayudabas a él, y pasó él a decirte cómo podés hacer para socializarte, tener otros amigos, salir de la familia, tener intereses, inquietudes, pero lo hacía en forma muy pertinente y sencilla, como alguien que realmente logró eso. Me gustó mucho todo.


Material de la otra multi por video un par de semanas después con su Ateneo: Luego de algunas intervenciones…


Alberto Jones: “Hola, Madre, ¿estás ahí con Hijo? ¿Están ambos?”. 

Madre: “Estamos acá comiendo”.

A. J.: “O sea que es una especie de cena Multifamiliar”. 

Madre: “Acá Hijo lo está saludando”.

A. J.: “Hola, Hijo, ¿cómo andás? ¿Cómo lo pasaron ayer en familia?”. 

Hijo: “Bien, Dr. Jones, ¿ayer? Bien. ¡Ah! Sí, vinieron mis parientes a comer. Sí, ¡me acuerdo! la pasamos bien, se portan re bien los chicos”.

A. J.: “¡Salieron a vos!”.

Hijo [riéndose]: “Yo me porto bien”.

A. J.: “Vos siempre te portabas bien…”.

Hijo [riéndose]: “Cuando era chiquito, sí…”. 

Madre: “Y se quedó Padre también”.

Hijo: “Se quedó mi viejo, se fue a las dos de la mañana”.

A. J.: “Ah, ¿y cómo anda?”.

Hijo: “Bien, le hicieron la operación de las telarañas…”.

A. J.: “Ah, de las cataratas, ¿no?”. 

Madre: “”.

A. J.: “¿Y cómo está?”.

Madre: “¡Bien! Fue a revisión y le encontró muy bien el médico, así que, bueno…”.

A. J.: “Qué rico, choclo, dan ganas… Hay que comerlo calentito, sino se enfría, es feo, así que aprovechalo…”.

Madre: “Es que hoy Hijo también trabajó a la tarde, entonces está con hambre…”.

A. J.: “Habitualmente trabajás a la mañana, ¿no?”.

Hijo: “Sí, trabajo solo a la mañana y hoy fui a ayudar a la tarde”.

A. J.: “¿Por qué? ¿Tu hermana no estaba? ¿Madre? ¿Hijo te fue a dar una mano?”.

Madre: “Claro, sí. Lo que pasa es que Hija no viene siempre ahora, viene nada más cuando es necesario. Porque con el nene trabaja más bien ayudándome con las cosas de internet…”.

A. J.: “¿Estás hablando de Hija?”.

Madre: “¡Claro! A Hijo algunas veces ahora le estoy diciendo que venga porque como los precios cambian continuamente y tengo mucho trabajo porque tengo que estar continuamente controlando las listas, no puedo estar adelante, con los envíos de los pedidos, los precios que cambian, atender el salón, la caja, … Entonces ahora le dije a Hijo que venga porque tenía muchas listas para mirar, y bueno…”.

A. J.: “¡Y está muy bien!, si es joven Hijo, ¿o ya te jubilaste?”. [tiene certificado de discapacidad]

Madre: “¡No! Tiene que seguir trabajando”.

A. J.: “Hijo, ¿vos ya te jubilaste?”. 

Hijo: “¿Yo? No”.

A. J.: “Estás en plena etapa vital para trabajar…”. 

Hijo: “… un montón de horas”.

Madre [riéndose]: “Se pone colorado, me parece, se agota. Lo dejo agotado cuando tiene que venir a la tarde”.

A. J.: “Hijo, ¿a vos qué te agota más? Y a vos, Madre, ¿qué creés que lo agota más a Hijo? ¿El laburo o tus comentarios?”.

Hijo se ríe.

Madre: “Ah, no sé, pero en el trabajo muchos comentarios no le estoy haciendo, ¿o sí?”.

Hijo [imitando a Madre]: “‘Estoy ocupada, ¡no me molestes!’”.

Madre [riéndose]: “Bueno, pero porque él en vez de trabajar, quiere venir a charlar y yo le digo ‘andá que hay cosas para envasar, andá, ponete a…’. Después viene y ¿quiere que le cuente cómo llegamos al negocio? Porque no quiero hablar mal de él, pero, bueno, ya que él insiste… Llegamos al negocio y, bueno, está bien, vamos a desayunar porque salimos de acá sin tomar nada, se prepara un té… Después cuando pasan ya cuarenta minutos le digo ‘Hijo, ponete a hacer algo’. Y entonces él toma esos comentarios como malos, pero es que yo…”.

Hijo: “Cuarenta minutos no pasan…”.

Madre: “Media hora, cuarenta minutos pasan…”. Hijo: “Sí, mm. En cinco minutos me tomo un té”.

Madre: “Entonces yo le digo ‘bueno, andá adelante, ponete a envasar, ponete a hacer algo’, y entonces a él esos comentarios míos le caen mal, pero, bueno, en el trabajo todo lo que él no haga o no lo hacen los empleados después lo tengo que hacer yo a las corridas. Entonces quiero que me ayuden, entonces lo mandoneo un poco, pero, bueno, como cualquier empleado… No veo que sean malos comentarios, no sé, salvo que todavía no me esté dando cuenta”.

A. J.: “Bueno, lo que pasa es que tu Madre es mitad mamá y mitad jefa”.

Madre: “Claro, se complica un poco por eso, pero la verdad que nos llevamos muy bien”.

Hijo: “Igual a veces me grita, me dice ‘¡Hijo!, ¡te lo dije veinte veces!’”.

A. J.: “¿Y es un invento eso que dice? ¿No es cierto?”. 

Hijo: “Y, puede ser que sea sincero…”.

Madre: “‘Puede ser’, dice… ¡Es verdad! ¡No me digas! Pero no, igual yo no me enojo, digamos, en el momento puede ser que sea un poco brusca, ‘Andá a hacer esto’, le digo…”.

A. J.: “Ah, no usás el ‘Por favor, hacé tal gauchada’…”.

Madre: “Por lo general, sí, pero cuando veo que no sale de él, ahí ya me hace enojar…”.

A. J.: “Te pone nerviosa… cuando se mete para adentro…”.

Madre: “¡Claro!, cuando se queda ahí estático… le digo ‘bueno, pero si vos te ponés a pensar en todas tus cosas y estás ahí es peor, porque no te ponés a hacer algo enseguida, vas, ayudás a los muchachos, lo que tienen que hacer…’”.

Hijo: “Hoy tuve que envasar una cosa que era re difícil de envasar”. 

Gr. G: “¿Y Padre?”.

Hijo: “Y Padre está en la periferia”.

Gr. G: “Ah, ¿sigue en la periferia? ¿Y cada cuánto viene?”. 

Madre: “Y, poco, porque nosotros fuimos el fin de semana”.

Hijo: “Nosotros vamos, si podemos, el domingo a comer un asado. El otro día un amigo de mi vieja nos llevó en coche”.

Gr. G.: “Y con el problemita que tenía de salud, ¿en qué quedó?”.

Madre: “No, él se sigue tratando, porque viene a la ciudad a hacerse los estudios, a ver a los médicos”.

Gr. G.: “Pero en general sigue bien…”.

Madre: “Sí, sí, sí. Trabaja, todo, lo que pasa es que se quedó allá porque hubo muchos problemas con dos empleados…”.

Gr. G.: “Sí, entiendo”.

A. J.: “Y se ve que también Hijo lo extraña, porque se había acercado mucho al papá. Ahora volvió a estar mucho más con la mamá y la mamá con él… Yo, justamente, les quería preguntar a los dos, pero justamente a Hijo, si vos, Hijo, creés que toda tu vida tu mamá va a seguir siendo jefa y diciéndote ella lo que tenés que hacer, ¿o vos te vas a liberar un poco de esas voces y tu mamá se va a desprender un poco de esa función?”.

Hijo: “Sí, yo creo que sí”.

Madre: “Yo a veces le digo eso, que él no me tendría que escuchar si él lo haría solo…”.

Hijo: “Creo que me dijiste que si iba a tener quién me dice qué hacer toda la vida. Que si voy a tener a mi mamá diciéndome las cosas toda la vida…”.

A. J.: “O vos, preguntándole ‘qué hago, qué no hago, qué tengo que hacer, qué tengo que decir’… porque muchas veces tu madre te sopla, o hace de apuntadora, ‘la pastilla blanca’, como la denominamos cuando vos le preguntás a Madre qué tenés que decir, qué tenés que hacer”.

Madre: “Yo a veces le digo que él tiene que hacer las cosas por él mismo porque cuando nosotros no estemos él va a tener que ocuparse de él, y convendría que empiece a ocuparse desde ahora de él”.

A. J.: “Y, es un poco qué es primero, ¿no? Si el huevo o la gallina… Si es que vos tenés que decirle lo que tiene que hacer o dejar de decirle a ver si él se da cuenta por sí mismo, porque cuando él te pregunta ‘¿qué hago?’ y si vos le decís ‘tenés que envasar tal cosa’, él se acostumbra a ese modelo y vos también te acostumbrás a ese modelo, y entonces es más complicado, ¿no?”.

Madre: “Claro, puede ser. Lo que pasa es que, bueno, los otros muchachos también son así. Tengo que andar diciéndoles lo que tienen que hacer”.

A. J.: “Sos una multijefa…”.

Madre: “¡La verdad que sí!, no porque lo diga yo, sino porque lo dicen ellos mismos”.

A. J.: “O sea que vos desarrollaste con tus empleados el mismo modelo que en casa”.

Madre: “Y, puede ser… trato de que no, pero el problema es que si no hago así, no se hacen las cosas. Ese es el problema. Es muy difícil. Igual yo no lo sufro. Hijo no sé qué hablará de mí, pero la verdad es que nos llevamos muy bien”.

Hijo: “No, a veces está de mal humor y me contesta para el c…, pero bueno…”.

Madre: “Pero es que él piensa que… Nosotros estamos juntos un montón de horas, y piensa que aunque él haga las cosas mal uno tiene que decirle ‘Ay, corazoncito mío, por favor, ¿podés hacer tal cosa?, bueno, ¿por qué, corazoncito?… ¿Por qué no te levantás y agarrás vos el agua?’ y ¡no!, yo le digo ‘¡Pero escuchame! ¿Por qué te sentaste si no agarraste nada y tengo que hacer todo yo?’”.

A. J.: “¿Pero para qué el agua?”.

Madre: “Por ejemplo, nos sentamos a comer. Yo vengo del trabajo, él está acá, que estuvo toda la tarde acá. Yo vengo del trabajo, tengo que ver qué vamos a comer, o si no le digo a él qué es lo que tenemos que hacer, y después cuando se sienta en la mesa, él se sienta en la mesa y pretende que yo traiga todo. Entonces ahí en ese momento le digo, ‘Escuchame, vos tenés que acostumbrarte a fijarte en la mesa si está todo, cuando vienen los chicos a comer también, no pedirme alcanzame tal cosa, o faltan servilletas. Tenés que levantarte e irlas a buscar’”.

Hijo: “Eso es una costumbre de ella. Yo tengo costumbres diferentes a las de mi madre. Cuando vienen los chicos nos manejamos de otra manera. Hay un agua en la punta de la mesa y les digo ‘Che, ¿me alcanzan el agua?’ y me la traen, me la alcanzan, o la van pasando de mano en mano”.

A. J.: “Lo que no entiendo es, vos cuando no está Madre, tu mamá, tu jefa, tu apuntadora, o tu lo que sea, y vos tenés sed, ¿Qué hacés?”.

Hijo: “No, voy y busco la bebida”.

A. J.: “Ah, o sea, ¿es cuando está tu mamá que no lo hacés?”.

Hijo: “Eh… no, lo que pasa es que a ella le molesta que estés en la mesa y digas ‘¿Me alcanzás la botella que está allá en la punta?’ Y ella está más cerca y le molesta”.

A. J.: “Pero si ella no estuviera, y el agua está en la punta…”. 

Hijo: “Y tendría que ir a buscarla…”.

A. J.: “Está clarito, ¿no?”. 

Hijo: “¿Qué cosa?”.

A. J.: “Y cómo es cuando estás con tu mamá y cómo sos cuando no estás con tu mamá”.

Hijo: “Ah, sí, puede ser. Sí, puede ser”.

A. J.: “¿No te habías dado cuenta?”.

Hijo: “No, o sea, sí me doy cuenta, pero… es cuestión de costumbre… Estamos comiendo con los chicos y ‘¿Quién me pasa la bebida?’ y me pasan la bebida, ‘¿Quién me pasa la mayonesa?’ y me pasan la mayonesa. Y le digo a mi mamá ‘¿Ma, me pasás esto?’ Y no le gusta”.

A. J.: “También es una costumbre agarrar la bebida y decir ‘¿Quién quiere un poquito de agua?’ y va y sirve. Es otro tipo de costumbre, ¿no? Estar pidiendo que nos sirvan o estar ofreciéndonos a servir nosotros a…”.

Hijo: “O querer algo y que otro se ofrezca para dártelo…”.

A. J.: “¿Cuál de las dos funciones te gusta más?”. 

Hijo: “Que me pasen las cosas de mano en mano…”.

A. J.: “¿Que te sirvan, más que servir?”. 

Hijo: “No, servir no…”.

A. J.: “Digamos, entre ser el que sirve, el que hace, el que ayuda…”.

Hijo: “Me pido la olla con los fideos y me sirvo en la mesa yo. Servir me sirvo yo. Pero si quiero la olla, le pido que me la alcance”.

A. J.: “¿Y vos no servís a otros?”.

Hijo: “El que quiere servir, o quiere que le alcance algo, yo también alcanzo”.

A. J.: “Ahh…”.

Hijo: “Pero no sé, a mi mamá le molesta, dice que cada uno…”.

A. J.: “¿Que la sirvan? ¿O qué es lo que le molesta? ¿Que vos le sirvas la comida, o que le alcances el agua? ¿Que ella viene de trabajar y que vos la atiendas?”.

Hijo: “No, le molesta que si ella tiene el agua más cerca de ella, que yo se la pida. Ella lo que quiere es que yo me levante y vaya a buscar el agua”.

A. J.: “Porque viene cansada del negocio…”.

Hijo: “Claro, viene cansada del negocio y también le molesta si pongo los platos y no pongo la bebida, las servilletas…”.

A. J.: “¿Que sea todo a medias?”.

Hijo: “A veces cocino yo, pero a veces. Pero, bueno, o sea, ella quiere que cuando vamos a comer las cosas estén en la mesa. No me parece mal”.

A. J.: “Es todo un desafío, ¿no?, la convivencia…”. 

Hijo: “Ah, sí. Nosotros nos llevamos bien”.

A. J.: “¿… qué es lo que hace cada uno?, ¿cómo cada uno colabora? ¿Cómo cada uno sirve o se hace servir?”.

Hijo: “Ah, sí”.

A. J.: “Bueno, es como acá. Conversamos, unos aportan sus experiencias, sus vivencias, sus necesidades, sus resonancias, y otros nos servimos de eso que nos alcanzan, otras veces devolvemos con nuestros comentarios y…”.

Madre [superponiéndose]: “Igual, lo que tiene de bueno Hijo es que, si hay que ir a hacer alguna compra, si hay que ir a comprar bebidas o algo, él está dispuesto a eso”.

Hijo: “Claro, yo a la tarde voy a la carnicería, al supermercado, a la panadería”.

A. J.: “Eso se llama cooperación, ¿no? La cooperativa de la convivencia.

Bueno, muy bien, sigamos en la mesa que está servida con choclo, y conversando en familia, en familia ampliada… ¿A ver, Participante tal?”.

Participante: “Hola, ¿qué tal? Bueno, me encantó escucharla a Madre, que la conozco hace mucho, y a Hijo. Y escuchar ese diálogo me serena también. El que ustedes estén, también. ¿Y se acuerda cuando empezó esto con el video? Mariana, la Lic. Goldring, dijo que lo bueno de esto era que la multi se había metido adentro de la casa. Estaba hablando físicamente, además de que la multi pueda entrar a la casa psíquicamente, y es verdad, porque yo mientras hago otras cosas estoy escuchando”.


Más adelante:

A. J.: “Estábamos conversando de cómo desprenderse de esa cuestión, muchos primos, bueno, Hijo por ejemplo, vos, Hijo, ¿estás ahí?”.

Hijo: “Sí, acá estoy”.

A. J.: “Ponete cerca del micrófono y contale a Participante que han habido problemas de tus padres con algunos otros familiares y ¿qué es lo que has hecho vos? ¿Has seguido el mismo camino o has tomado otro camino?”.

Hijo: “Y, al principio seguí el mismo camino, yo era chico, y no me acerqué. Pero en cuanto fui creciendo me acerqué a ver qué pasaba con ellos y, no sé, ni me preguntaron por mi viejo, me parece. O sea, mi viejo se peleó con su cuñado. Porque dijo que…”.

A. J.: “Por lo que sea… están enojados. Pero lo que quiero señalar es que vos no estás enojado con tu tío, ni con tus primos. Lo que quiero señalar es que muchas veces, los hijos toman partido por los líos de sus padres o de sus abuelos y a veces entre primos no se hablan, no porque haya habido algo entre ellos en sí mismo, sino porque han tomado partido por líos ajenos. En este caso, vos das a entender, Participante, que tus sobrinos han tomado partido por la influencia de tu hermano y de la pareja de tu hermano”.

Se continúa con otras intervenciones…


A continuación, el Ateneo clínico teórico y/o espacio de elaboración y reflexión post multifamiliar, del cual vamos a citar solo un par de comentarios que se hicieron acerca de “la multi”.

Shirley Viviana Matthews: “Voy a tomar el tema de la cronicidad, por otro lado, que hoy sí estuvo muy presente. Pero desde las interdependencias recíprocas, ¿no? También la puerta giratoria, en un momento se le preguntó a Participante por qué no sale de la puerta giratoria. Y yo pensaba… ¿la puerta giratoria en la que está quién? ¿Uno? ¿O la trama? Porque la trama puede estar persistiendo en vernos, o en ver a Participante, o a alguno de nosotros, pero hay que ver si nosotros nos dejamos atrapar por esa trama que nos quiere atrapar o si vamos haciendo paso a paso en forma de espiral, de ir haciendo nuestro proceso y poder de alguna manera no engancharnos, no pisar el palito de la mirada de esa trama que sigue en esa puerta giratoria, de querer persistir en mantenernos en un lugar, en un rol… Quien necesita de que estemos en ese lugar también. Y, bueno, todo ese trabajo que venimos haciendo, ¿no?, de paso a paso, para separarnos más”.

A. J.: “Bueno, justamente este es uno de los puntos del Psicoanálisis Multifamiliar, como Jorge García Badaracco planteaba, que nos enfermamos en un contexto y que una de las oportunidades para sanarnos es justamente trabajar en modificar ese contexto. Ahora, si la trama no se acerca y sigue rígidamente y en forma estereotipada, bueno, este espacio es una especie de contexto sustituto para que nos ayude a desarrollar recursos como para poder modificar ese contexto que tenemos afuera, que luego se internalizó, y que nos hace chocar, como contó Participante tal, que es uno de los pilares del Psicoanálisis Multifamiliar: la fuerza del contexto y la importancia de cuando se puede invitar, como se la invitó a la mamá de Participante tal, cómo trabajando sobre la trama, el contexto, se pueden lograr más avances y, sino, utilizar este laboratorio para crear un nuevo contexto que nos permita… Porque el problema con las tramas rígidas, cerradas, a lo epileptoide o a lo esquizoide, como quieran, son tramas que a veces o te sometés a esa trama y a ese modo, o a ese estereotipo, o fuiste… O dejás de pertenecer. No salís en la foto… como le pasó a Participante tal. Entonces es muy complicado, porque uno necesita la trama de origen, de donde vino, de donde lo criaron, de donde se crió, de donde se formaron los lazos de parentesco, la fraternidad, etc. Es fuerte, ¿no? Cuando es tan poderosa la influencia del contexto y cuántos cambios suceden cuando los miembros de esa trama que forman parte del entorno de ese contexto se animan a participar y a hacer un proceso terapéutico. Y ahí vemos por ejemplo el caso de los Jóvenes: Hijo y Joven han tenido la suerte de que sus contextos se han acercado ellos mismos a poner en acto, en hecho, no en palabras ‘el conflicto de uno es el conflicto de todos’, sí, suena lindo, pero si en los hechos eso se contradice con que no es así por las evidencias, entonces estamos complicados. En cambio, cuando esas palabras sí son hechos donde la familia va tomando noción de que es un conjunto, es una trama, es un grupo, es una pertenencia, y como en una estructura, con cada aporte que uno hace todo se va moviendo y se va reacomodando y eso es mucho más favorable”.


6. Discusión


Nuestras experiencias y nuestras vivencias, a partir de cuando nos involucramos en las reuniones multifamiliares, nos habían permitido percibir las “evidencias” que se producían allí. En algún sentido, es parte de nuestra responsabilidad compartirlas con las personas presentes para que ellas también puedan constatarlas. Aunque teníamos ya muchos años de experiencia clínica y de formación en psiquiatría y en psicoanálisis, hemos dado un giro en nuestra forma de pensar para poder incorporar a nuestra atención flotante una nueva forma de escuchar y de mirar. Es decir que a los fenómenos del inconsciente y a sus diferentes interpretaciones hemos tenido que agregar la presencia de los otros en nosotros y las interdependencias recíprocas con esos otros, esos otros concretos y/o intrapsíquicos. La mirada que se dirige a una persona enferma, viéndola para siempre como un enfermo, vuelve muy difícil para esa persona dejar de serlo.

Esta mirada se encuentra en las familias hacia el miembro enfermo, pero se encuentra también en los psiquiatras que lo tratan, lo que cronifica la enfermedad y marca sombríamente el futuro de esta persona. Mientras que como psiquiatras o incluso psicoanalistas nos dedicábamos a describir muy minuciosamente los síntomas para poder alcanzar un diagnóstico preciso, ahora comenzamos a buscar y a encontrar la salud potencial presente en cada uno de nosotros, la que llamamos virtualidad sana a partir de los trabajos de García Badaracco (2006c). Es así posible identificarse y reencontrar la empatía. García Badaracco J. E. y Zemborain E. (1979) explican cómo en lo que se llama enfermedad mental de una persona se ve aparecer una forma de funcionamiento mental condicionado en gran medida por otras personas. Estas personas tienen el poder de desencadenar y de producir efectos perturbadores que no permiten a la persona enferma funcionar de modo autónomo. Estas otras personas pueden actuar en el mundo real o, a partir de una presencia en el mundo interno de cada uno. Es más, la presencia del otro en el self, en particular de las figuras parentales, aliena en lugar de dar elementos al niño para que pueda ser él mismo. En realidad, lo ha invadido, lo parasitó, lo habitó, ocupó el lugar del verdadero sí-mismo, le impidió ser el dueño de su propia vida y lo condicionó a vivir la vida al modo del otro, en referencia al otro, tributario del otro, ya sea en la realidad, ya sea intrapsíquicamente y en interdependencia recíproca. En el enfoque de nuestro trabajo intentamos reemplazar con el tiempo las interdependencias patógenas por interdependencias normogénicas: nuevos vínculos en los que crece el contar unos con otros. En estas reuniones multifamiliares encontramos la mirada confiada del equipo terapéutico en la virtualidad sana de cada persona. La postura de los terapeutas de no avalar los círculos viciosos condenatorios de las miradas en cada familia y el proponer una respuesta diferente a la que siempre se recibió, sumado al hecho de trabajar en conjunto con otras familias que se autoobservan unas a otras, permite la modificación de los estereotipos.

Si en lugar de un ambiente normogénico necesario para crecer y constituir el Yo a partir del verdadero sí-mismo, el sujeto solo alcanza un desarrollo precario de su sí-mismo y una identidad pobre, esto lo obliga a recurrir a vínculos patógenos introyectados para calmar la angustia de autodestrucción o de desintegración por la que se siente amenazado. Esta identificación fue una especie de salvavidas. Actúa, sin embargo, como una presencia invasora, obligando a una reestructuración y sometimiento de las otras funciones mentales en función de esta “presencia” que no permite el desarrollo de los recursos yoicos tales como los que destaca García Badaracco (1978). Intentamos transmitir, si bien con dificultades, nuestros descubrimientos del funcionamiento bajo el modo de una mente ampliada, el codo a codo con el otro y los otros donde somos más numerosos que los que estamos ahí formando interdependencias recíprocas nuevas, comunes, compartidas. Es en este laboratorio social y en este clima mental y afectivo del compartir vivencias, donde nos encontramos simultáneamente investigando, descubriendo y aprendiendo -como lo propone en “De sorpresa en sorpresa” (García Badaracco, 2006a)-. Al poco tiempo de estar concurriendo a la multifamiliar, un participante expresó que lo sorprendía descubrir que pidiendo ayuda “se ayudaba y ayudaba”.

Desde el nacimiento y a lo largo de toda la primera gran etapa de nuestro desarrollo vivimos con otros con los que construimos nuestra trama familiar. Son minutos, horas, días, semanas, meses y años en un feedback permanente con las personas del contexto de nuestros comienzos. Cada experiencia de la vida está siempre acompañada por vivencias personales que difieren de las de los otros en la misma situación. Decimos que la vivencia es el registro emocional de la experiencia y, al mismo tiempo, la que determina su interpretación afectiva, mientras que cada uno de los miembros que participa en la construcción de la interdependencia recíproca la registra y la interpreta según sus propias vivencias, vivencias que a su vez interpretan y construyen su propia realidad (Jones et al., 2018). La introyección y la internalización de todo esto constituye la trama interna, formada por las presencias y por las interdependencias recíprocas correspondientes, las identificaciones y los personajes defensivos con los que se construye el álbum identitario. Es la memoria fotográfica y la memoria de las vivencias lo que, amnesia infantil mediante, observaremos luego como tendencia a la repetición. El poder de las vivencias de las experiencias de la infancia marca, así, la historia de las interdependencias recíprocas. Los relatos de los recuerdos y de las imágenes familiares forman parte del desarrollo cognitivo de la trama y de su memoria histórica, como las fotos sin recuerdo de vivencias (Lara López, 2002), mientras que los registros emocionales y las interpretaciones afectivas forman parte de la memoria vivencial. Recordar implica haber recuperado una autonomía que permite darle sentido a una vivencia, y ya no haber hecho consciente lo inconsciente como conocimiento. Hablamos de recuperar la autonomía o de adquirirla por primera vez, lo que permitirá darle sentido a la vivencia, un sentido propio, y conectarlo con un recuerdo, así como poder ponerles palabras a estas vivencias, ya que las vivencias son las emociones con historia (García Badaracco, 2006b). El proceso de historizar consiste en encontrar en el tiempo el origen de las vivencias que se ponen en evidencia en el presente por medio de los personajes, de los acting out, de los delirios y de las alucinaciones, de las creencias y, sobre todo, en el hecho de querer tener razón. Cuando hablamos de nuestra convicción de “creer para ver”, queremos decir que si algunas condiciones están dadas, los procesos terapéuticos evolucionarán hacia una resignificación, un reposicionamiento y un redesarrollo personal y colectivo.


7. Conclusión


Muchos psicoanalistas hemos buscado la forma de tratar la patología mental severa con el tratamiento psicoanalítico individual. García Badaracco nos decía que él había estudiado los elementos que a su criterio lo hacían fracasar y que al comprender que la sesión terapéutica era vivida por los pacientes como un sometimiento y una imposición, había dado un giro de 180 grados a partir del cual intentaba establecer una relación más libre y más espontánea (Comunicación personal, 2004).

Actualmente no concebimos la enfermedad mental como la enfermedad de uno solo, sino siempre como la enfermedad de una trama. De allí la importancia de la presencia concreta de la familia del paciente en los espacios terapéuticos y con otras familias. Se constató que la posibilidad para una familia de ver a otras en sesiones multifamiliares produce un efecto terapéutico que multiplica el trabajo realizado en la terapia de una sola familia. García Badaracco consideraba que los pacientes graves no estaban en condiciones de obtener el insight a partir de la interpretación psicoanalítica para hacer consciente lo inconsciente. Necesitaban, primero, desarrollar lo que él llamaba recursos yoicos (1978) que solo podían adquirirse desarrollando también lo que él llamaba el verdadero sí-mismo (2000). Para que esto se vuelva posible hay que contar con una serie de posibilidades que pueden ser propiciadas por este método. La escucha y la atención flotante del equipo que coordina una reunión de Psicoanálisis Multifamiliar debe girar en torno al hilo conductor de las diferentes participaciones e intervenir por medio de universales para favorecer la resignificación de las resonancias, las vivencias y la elaboración simultánea, colectiva e individual de los procesos terapéuticos. Esto incluye un saber y un saber hacer, pero, sobre todo, asegurar un buen desarrollo del Psicoanálisis Multifamiliar, captar los ejes de los que se puede deducir la aparición de la virtualidad sana, de las interdependencias recíprocas tanto patógenas y patogénicas como normogénicas y curativas, del querer tener razón, de los personajes defensivos, las presencias de los otros, el respeto por la alteridad en toda su dimensión, los recursos yoicos genuinos, la memoria de las vivencias y el poder de las vivencias con su influencia en la interpretación de los acontecimientos. Nuestro convencimiento en los postulados propuestos por García Badaracco para ejercer el Psicoanálisis Multifamiliar han sido determinantes para el tratamiento y la evolución de la trama familiar que tomamos como referencia. Recordemos el “creer para ver”. Esta convicción permitió, por un lado, perseverar a pesar de nuestra impaciencia común derivada de vivencias de fracaso, de frustración, de impotencia, de desesperación y, por otro, el surgimiento de la “vivencia” de la esperanza.

El desarrollo o el bloqueo de la virtualidad sana, la construcción de las creencias, la manera de organizar la forma de pensar, la constitución de la identidad, la adquisición de recursos personales y la construcción mental, son todos aspectos que determinan el porvenir del Sí-mismo. La aparición permanente de vivencias de todo tipo en los pacientes y en los terapeutas hace que se transformen en la vía regia para un auténtico trabajo compartido de elaboración. El abordar las vivencias (propias y ajenas) nos dio como aprendizaje que cuando se las descubre, se las registra y se puede hacer la conexión entre el presente y el pasado y, viceversa, es esencial en la forma de hacer avanzar el proceso terapéutico. Hemos tomado como referencia para este capítulo una experiencia terapéutica conducida por uno de nosotros con una trama familiar que participa también de otros tratamientos complementarios y de una multifamiliar de la que aseguramos la coordinación. Consideramos que la evolución favorable se debió a nuestra confianza, y a la confianza decidida al compromiso y a la colaboración de los padres durante los momentos difíciles, y a la forma de pensar del Psicoanálisis Multifamiliar: una convicción firme en el poder de las vivencias y en la virtualidad sana, el hecho de utilizar espacios terapéuticos complementarios y el respeto del tiempo necesario para poder sostener el creer para ver. El surgimiento progresivo de las evidencias de cambio han permitido la creación del círculo virtuoso, la aparición de la vivencia de la esperanza y la participación progresiva de los otros miembros de la familia. Ha sido posible comprender el efecto del poder de las vivencias patógenas sobre la historia familiar y cómo habían representado obstáculos para el surgimiento de la virtualidad sana y para el desarrollo de recursos más sanos. Ha sido posible, también, compartir experiencias que representan, al contrario, el poder de las vivencias normogénicas para favorecer la aparición de nuevos y mejores recursos yoicos, familiares e interpersonales. Este proceso terapéutico comenzó con una trama familiar desintegrada y en un dilema, ya que habían intentado varios tratamientos y Hijo estaba cada vez peor, hablaba en voz alta, gritaba incoherencias de forma permanente, rompía y desarmaba cosas para encontrar el origen de las voces, etc.; una situación sin salida. Fue una nueva oportunidad que nos dimos (ellos y todos nosotros), ya que apostamos a la virtualidad sana de todos y a la posibilidad de transformar este impasse y encontrar la salida.


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